Realpolitik y socialismo

El mundo actual pertenece a la masa, no al individuo

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Carlos Domínguez

Carlos Domínguez

Willy Brandt, factótum del SPD o socialdemocracia ejemplar en el designio de subvertir la democracia parlamentaria y el Estado de derecho, o sea, Alemania siempre quizá por motivos geopolíticos antes que ideológicos, se considerará un virtuoso de la llamada en la posguerra Realpolitik, nada distinto a Ostpolitik o estrategia de sumisión al Este y la URSS, cuyo objetivo, al unísono con un De Gaulle subyugado por el mito fantasmal de la grandeur, fue lavar la herencia criminal del comunismo soviético, erosionando de paso el liderazgo político y militar de EE UU. como único garante de la libertad en el planeta, igual que de la supervivencia de unas caducas democracias europeas.

El fetiche/factótum de Brandt, vicario del totalitarismo comunista en la mejor escuela de la traición y corrupción socialdemócrata, dio a su modo con la clave del futuro que aguarda a Occidente en el marco de la única política posible: Realpolitik. Al presente, los corifeos liberales por boca de exaltados cuyos exabruptos no merecen comentario, o bien de académicos que propugnan en sus círculos y cogollitos la libertad de mercado, la reducción de la fiscalidad y una menor injerencia del Estado en economía, pasan hipócritamente por alto certezas irrebatibles. Con sus virtudes, el liberalismo fue creación de una época en que el individuo era protagonista al lado de instituciones como la familia, representando un firme cimiento social. Hoy, el liberalismo no es siquiera u-topía cual proyecto ilusorio de futuro. Equivale a un a-topos ideológico y político, carente por sí de viabilidad dentro de su propia y autonegada realidad. En el tiempo que vivimos, la masa y el número como fundamento de una sociedad gregaria abocan irremediablemente a fórmulas estatistas e intervencionistas, bajo la férula de un Estado hipertrofiado gracias a la dimensión de sus aparatos.

Guste o no, el mundo actual pertenece a la masa y no al individuo, al poder y no a la persona, en forma de sumisión de unas masas convencidas por la propaganda y el adoctrinamiento de la bondad de lo público y clientelar, siempre a remolque del patrocinio del Estado. Huxley habló de “mundo feliz”. Quizá con más hondura filosófica, Hume lo hizo de la “atracción suave” respecto al deber de obediencia del súbdito, similar a la fuerza irresistible de la naturaleza guiando el curso normal de las cosas. Socialización y socialismo representan ya, aquí y ahora, la esencia misma del fenómeno político. O Realpolitik con un desarrollo tendente de modo tan insensible como inexorable hacia el despotismo, materializado en imperio del Estado valiéndose de sus ingentes burocracias.

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