Zamoreando

A mí me daría vergüenza

Hay que anteponer los intereses generales a los partidistas

ILUSTRACION. HOMBRES TIRANDO DE CUERDA.

ILUSTRACION. HOMBRES TIRANDO DE CUERDA. / PABLO GARCIA

Carmen Ferreras

Carmen Ferreras

Hay tantas cosas que a estas alturas de mi vida, cuando ya debería pasar de todo, me dan vergüenza, mucha vergüenza, que esta que hoy me tiene contrita es una más. Claro que servidora es una ciudadana sin importancia, a pie de calle siempre, socializando con su gente, mis paisanos, que son los que verdaderamente me importan, a pesar del secular relajo que estamos en la obligación de abandonar. Lo malo es cuando el ciudadano es persona pública en función de su trabajo normalmente relacionado con la política. Bien es verdad que todos los políticos no están cortados por el mismo rasero. Los hay cabales, es decir, íntegros y eso hoy en día es un valor en sí mismo. Y, los acomodaticios, los que han llegado para sacar tajada, para sacar rendimiento al puesto y materializar sus ambiciones. Dios y las urnas nos libren de ellos.

Si yo fuera política, una política con escrúpulos, claro, de los que apenas hay unos cuantos, me daría vergüenza, mucha vergüenza, desde mi puesto, desde mi atalaya, desde mi sillón de poder, desde mi púlpito, distribuir bendiciones en forma de subvenciones y ayudas interesadas con las que comprar voluntades que se traduzcan en votos llegado el caso. Los puestos que ocupan los políticos no deben estar para provecho propio y el de su núcleo de allegados, no ya por lazos de sangre o de paisanaje, sino por afinidad política

A mí me daría vergüenza convertirme en juez y parte. ¿Quiénes son ellos para juzgar a quien sí y a quien no, en función del calibre de lameculos que tenga el presunto beneficiado o beneficiada, darle la ayuda pertinente que solicitan y aún sin solicitarla? Para ciertas cosas hay que tener estómago de rumiante. Ser candidato sin discurso, ser candidato sin más bagaje que el de soltar dinero a diestro y siniestro, no es lo que sueñan los votantes más cándidos. Esa largueza con dinero público, es decir, de todos, que algunos manejan con tanta prodigalidad regalándolo a espuertas se llama populismo barato. Ese populismo no es solo podemita.

En lugar de buscar soluciones a los problemas reales de los zamoranos, algunos dedican su tiempo a dar, esperando recibir aquello que tanto necesitan para perpetuarse en el poder. Y no hacen otra cosa. No saben hacer otra cosa. Hay que anteponer los intereses generales a los partidistas y, sobre todo, a los personales. Mal asunto ese del personalismo, pero, ande, dígaselo usted al candidato. Un proyecto político, de ciudad, de provincia o de país tiene que ser para toda la sociedad y no para los tocados por el índice del interés.

Suscríbete para seguir leyendo