La Opinión de Zamora

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La madurez, hoy

Gente Gegorio Marrero

Se decía, se comentaba, se rumoreaba, etc., que decía el bueno de “Chus Hermida”, que en los viejísimos tiempos, cuando el nene o la nena alcanzaban la edad de sus primeros ocho añitos, tenían lo que se llamaba “uso de razón”. Es decir, que tenían al menos un mínimo de conocimiento y conciencia de lo que estaba mal y bien, para que evitarán lo primero y procurarán lo segundo con la ayuda, colaboración y orientación de papis, mamis, y los “coleguis profes”. Era la manera de iniciar a los futuros profesionales y ciudadanos en las pautas de lo que debía ser, “para el día de mañana”, su forma de ejercer el “oficio” y sus responsabilidades con respecto a la sociedad.

Y, es más, cuando se alcanza la mayoría de edad, según la “caduca” legislación civil española, a los 18 añitos los “peques” ya pueden independizarse de los “papuchis” y hacer lo que les venga en gana que “pa eso semos libres”, que dicen los más “modernos”. Así el Código de Derecho Canónico manifiesta: “1. La persona que ha cumplido dieciocho años es mayor; antes de esa edad, es menor. 2. El menor, antes de cumplir siete años, se llama infante, y se le considera sin uso de razón; cumplidos los siete años, se presume que tiene uso de razón”.

Y mis apreciados lectores, y “escribiendo en serio”, sin una sólida educación basada en el afán constante de superación a lo largo de toda la vida, en un respeto exquisito a quienes nos enseñan, nos educan, nos dan de comer, que quieren lo mejor para nosotros, no se podrá alcanzar una sociedad auténticamente moderna, innovadora, productiva, rentable, respetuosa con todos, seriamente observante de las leyes, solidaria o emprendedora.

Una sociedad es más “sana” cuanto más madura es; más se puede esperar de ella, mejor “herencia” dejará a los que vengan “detrás”, más cohesionada, más participativa, más humana, más justa, más emprendedora, con más y mejor futuro

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Y todo esto se resume y conduce en la madurez, es decir, tener la conciencia de que nos debemos a los demás como los demás hacía nosotros mismos, lo que debiera implicar sentido y conciencia de las infinititas responsabilidades que todo ser humano tiene respecto a sus congéneres, lo que supone una sólida formación profesional, un riguroso examen permanentes de nuestras características, un conocimiento de las peculiaridades de la sociedad de cada momento, una toma de conciencia de que hay que procurarla servirla mucho y bien. Ello exige una adquisición permanente de conocimientos, de reflexión, de adopción de decisiones y tareas de todo tipo para que alcance día a día mayores cotas de bienestar.

Y en lo que respecta, como ejemplo, de la madurez del españolito respecto a lo que piensa, cree, etc., sobre las funciones, competencias, tareas, normativa, “soldada”, etc., de las Fuerzas Armadas españolas, el texto “Rey servido y patria honrada”, cuyo autor es el general D. Fernando Alejandre Martínez, es bien elocuente. Por cierto, está el libro a disposición de toda la ciudadanía en la Biblioteca Pública de Zamora, 355, ALE, rey, que les será facilitado con la profesionalidad y simpatía que caracteriza a sus empleados públicos.

Y es que una sociedad es más “sana” cuanto más madura es; más se puede esperar de ella, mejor “herencia” dejará a los que vengan “detrás”, más cohesionada, más participativa, más humana, más justa, más emprendedora, con más y mejor futuro. De todos, sin excepción, depende.

¡Ah¡ se me olvidaba felicitar, a través de estas líneas, a mi buena amiga Raquel Orejudo, autora de “Las esperanzas” por su merecidísimo galardón, recientemente recibido, por la mejor novela romántica, “Jordi Rebellón”, de los IX Premios Editorial Círculo Rojo.

Eduviges Bragado Calleja

(Pinilla de Toro)

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