La Opinión de Zamora

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Editorial azul

La Zamora calcinada necesita más hechos que palabras

Una mujer, en su finca calcinada EMILIO FRAILE

Dentro de ocho días se cumplirán dos meses del primer gran incendio que arrasó casi 30.000 hectáreas en la sierra de la Culebra. Un terreno calcinado que ha dejado a decenas de familias sin su principal sustento, el que proviene del campo y que heredaron generación tras generación. Luego han llegado otros terribles fuegos, como el de Losacio, con 31.000 hectáreas devastadas; Figueruela de Arriba, 1.176; Losacino, 1.587; Villaseco del Pan, 2.000 o Roelos, 826. En total cerca de 65.000 hectáreas, el 6% de la superficie forestal de la provincia. Los afectados necesitan hechos, con urgencia, sin esperar a que se formalicen ayudas enredadas en eternos trámites burocráticos.

Tras la tragedia que supuso el fallecimiento del brigadista Daniel Gullón y la del ganadero de Escober que trató de salvar sus ovejas, Victoriano del Río, hay otras muertes más lentas que sufren día a día aquellos que se han quedado sin pastos para su ganado o que directamente lo han perdido en el fuego. O los que fían la mayor parte de sus ingresos anuales a la campaña micológica y que ven cómo han desaparecido más de 3.000 hectáreas de gran producción en hongos y setas, junto a los apicultores que han perdido sus colmenas, o los emprendedores que dependían del turismo rural en pleno corazón de la reserva. Todos, sin excepción, tanto en la Culebra como en el pueblo más pequeño de Zamora afectado por las llamas, viven pendientes de cada anuncio, de cada subvención prometida por las administraciones y se hacen la misma pregunta: “¿Para cuándo?”. Los que han visto esfumarse su medio de vida no comen de promesas. Lo que el fuego arrebató en horas se debe reponer también en tiempo récord. Cada día de retraso es incrementar la agonía de las buenas gentes del campo curtidas en mil batallas, pero que ahora están desbordadas.

Los que han visto esfumarse su medio de vida no comen de promesas. Lo que el fuego arrebató en horas se debe reponer también en tiempo récord. Cada día de retraso es incrementar la agonía de las buenas gentes del campo

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La provincia se ha situado sobre la mesa en el último Consejo de Ministros y en los consejos de Gobierno de la Junta. Y ahí debe seguir, como los expedientes administrativos que pueden pasar de ser los últimos de la bandeja en un despacho a situarse en puestos de salida. No es de recibo que el primer paso hacia adelante no lo hayan dado las instituciones, sino que haya partido de la solidaridad de otros ganaderos, empresas, personas anónimas, voluntarios, a las que de inmediato se sumó Caja Rural de Zamora al habilitar a fondo perdido medio millón de euros para los damnificados, y también la cooperativa Cobadu con el transporte gratuito de pienso para las cabañas ganaderas de las zonas arrasadas. Tanto la Administración central como la autonómica han aprobado paquetes de ayudas por valor de millones de euros. Pero Zamora no puede esperar. Cada día de retraso es un día perdido en el sueño de recuperar la normalidad.

La razón no entiende de trámites que se gestionan en fríos despachos y no en la aún humeante Zamora. Los principales sindicatos agrarios y ganaderos, COAG, Asaja y UPA han convocado el próximo 26 de agosto una gran manifestación en Tábara para exigir agilidad en las compensaciones prometidas a los agricultores y ganaderos por los incendios que se aventura histórica a tenor del malestar que reina en la provincia. Hay que aplicar, en términos sanitarios, la denominada “velocidad pandémica”, que es la que en diciembre de 2020, solo diez meses después de decretarse en España el estado de alarma por el COVID, permitió disponer de las primeras vacunas. En este proceso hasta dar con el suero que ha salvado millones de vidas todos los países y administraciones trabajaron en una misma dirección y a un ritmo distinto al que establecía la normativa, con las pruebas de seguridad garantizadas pero evitando plazos que hubieran dilatado el proceso un año y medio más. Esa “velocidad pandémica” permitió avanzar en una fase sin haber terminado la anterior, y así sucesivamente con el objetivo de ganar tiempo. Era una emergencia sanitaria mundial. Pero Zamora también sufre ahora su propia emergencia socioeconómica y medioambiental. Y la solución es aunar esfuerzos y ganar tiempo. Hoy mejor que mañana.

Pedro Sánchez, en su visita a la sierra de la Culebra el 22 de junio, comprometió dos millones de euros para actuaciones urgentes, principalmente destinadas a la reforestación y que acaban de comenzar esta misma semana. Unos días más tarde el Consejo de Ministros declaró territorio afectado gravemente por emergencia de Protección Civil las zonas de Riofrío de Aliste y Ayoó de Vidriales, con ayudas para tratar de restablecer unos mínimos medioambientales. Con el siguiente gran incendio, el de Losacio, y los que han ido goteando sin parar desde entonces, el último Consejo de Ministros extraordinario ha dado luz verde a ampliar a todo el año la prevención y extinción de fuegos. El Gobierno otorga cinco meses a las autonomías para adaptar los operativos en la lucha contra los incendios. Una declaración de intenciones plasmada en un Decreto-Ley muy esperado, pero no tanto como esa lluvia de millones prometida y que no termina de caer.

Desde la Junta de Castilla y León la ayuda anunciada es mucho mayor. La Administración regional amplió a finales del mes pasado el plan especial para recuperar el medio ambiente y el tejido socioeconómico en las zonas afectadas de la Culebra y Losacio al pasar de 35 a 65 millones de euros. Además, subvencionará hasta el cien por cien de la inversión inicial a las empresas que se asienten en parajes naturales o en sus proximidades. Los emprendedores que decidan abrir en estos terrenos sus negocios tendrán, según lo prometido, un respaldo mínimo de la Junta de la mitad del coste de la implantación del negocio, y los autónomos podrán recibir subvenciones de hasta 100.000 euros. Unas ayudas que incluyen sectores estratégicos como industria, comercio, turismo y servicios. El plazo para pedirlas ya está abierto. Lo que es una incógnita es la fecha en la que sea una realidad esta previsible actividad económica.

Entre tal maraña de anuncios de subvenciones, financiación extraordinaria y otros “regalos” a una provincia arrasada física y moralmente cunde el desánimo, las preguntas, el temor a que Zamora quede de nuevo en el olvido. De ahí la importancia de los hechos. Una ayuda no es una ayuda hasta que el ganadero que ha perdido todo la tiene en su mano para volver a reinventarse. No vale con dinero. Las administraciones tienen que echar el resto con incentivos fiscales y todo lo necesario para que la provincia recupere lo poco que tenía. En medio de tanta tragedia es lo único que implora.

Aunque alguien se haya quedado sin casa y sin ingresos no puede dejar de alimentarse cada día. Zamora lleva ya en ayunas demasiado tiempo.

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