Opinión

José Luis Martín

El pregonero que regó con lágrimas su discurso

José Muñoz Miñambres nos sorprendió con sus emocionadas palabras

La presentación de la Semana Santa Zamorana es, quizá, el acto más solemne de los que ofrece la Casa de Zamora en Madrid. Por eso se trata de un acto al que he asistido en mi larga vida siempre que me ha sido posible.

El pregonero que regó con lágrimas su discurso

Muñoz Miñambres, en una conferencia en la Catedral / Archivo

La Semana Santa de Zamora es una celebración a la que he asistido, no solo los nueve años de mis estudios en el Seminario de aquella ciudad y los cuatro que estudié en la Universidad Pontificia de Comillas, sino todos los años en los que me ha sido posible, antes y después de mis tiempos de íntima relación con la Iglesia Católica.

Fue aquel un pregón que siempre ha estado en nuestra memoria cuando los miembros de la Casa de Zamora frecuentemente nos reunimos y hablamos de actos y momentos pasados

He completado, pues, los muchos años de esa tradición, de la que recuerdo la viva emoción que todo buen zamorano siente. Y -de todos esos recuerdos entrañables- el que más hondo cala en mi alma es el de aquel año en el que el pregonero, don José Muñoz Miñambres, nos sorprendió a lo largo de su emocionado discurso, con algunos sollozos de emoción con los que fue acompañando su muy interesante narración. Allí comenzó mi amistad con don José, que, poco tiempo después me “premió” con la “invitación” (puesto que soy residente en Madrid), a una peregrinación, que se hizo por zamoranos, a Israel y Jordania el año 2010, en la que fue, como director, aquel activo sacerdote, que llevaba muchos años en ese desempeño, por lo que era muy conocedor de aquellas tierras tan apreciadas por nosotros. Entonces pude conocer bien a don José Muñoz Miñambres, que me concedió el favor de ser su compañero de habitación durante la peregrinación y los muchos ratos de charla por aquellos Santos Lugares.

Precisamente uno de los cuatro años de mi presidencia, el pregonero, don José Muñoz Miñambres, al relatar algunas escenas de la Pasión, fue dominado por la emoción y no pudo menos que echarse a llorar, aunque brevemente, lo que arrastró nuestra emoción que nos obligó a acompañarlo. Fue aquel un pregón que siempre ha estado en nuestra memoria cuando los miembros de la Casa de Zamora frecuentemente nos reunimos y hablamos de actos y momentos pasados.

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