La decisión es una dama que vive contenida entre la desesperación y la pausa. El lenguaje de la decisión es caprichoso, evidentemente, junto a la contención gravitan las ineludibles disculpas. Sí, las mismas que convierten al hombre en víctima y verdugo; las que en los días de lucidez agregan insondables porqués, las que conviven con la contradicción, y encima, le dan la razón...

A diario anotamos episodios de mal humor, rabia e impotencia, por no tener la capacidad de decidir. Con frecuencia vemos personas infelices, incapaces de tomar decisiones. Claro, el conformismo es un buen refugio: a simple vista no altera los acontecimientos y aleja las circunstancias del movimiento. Aunque, desgraciadamente, un estado así, la mayoría de las veces, nos lleva a desestimar la hospitalidad de la vida y las vivencias. Entre otras muchas otras cosas...

El ser humano, humilde opinión, debe estar a disposición de la voluntad. Y por supuesto perseguir sus finalidades. El presente considera la continuidad sintiendo cerca al futuro. Hay razones plausibles, y hay razones embargadas, todas ellas dependen de la decisión...

Con los años empezamos a ver el gesto hostil de la muerte. Sí, es una imponente presencia que sin ser vista nos proporciona miedo y respeto. También es un pensamiento con ropaje de infortunio e inseguridad que nos obliga a pensar en el movimiento de la decisión.

No decidir es torturarse; es levantar un panteón antes de tiempo. No debemos olvidar que cada persona es el encargo de sus deseos y voluntades. Aunque a veces, desde la cornisa de la cobardía nos mire la crítica, no debemos dejar de ser motivo de decisión, y mucho menos acobardarnos.

Qué de relaciones son cartón que duermen al fresco de la indiferencia. Qué de relaciones están mutiladas por la guerra de la convivencia. Qué de preguntas buscan ser exclamación. Qué de quejas son fermento de apatía. Qué de huidas momentáneas juegan a ser adiós definitivo.

La mayor tragedia no está en la sepultura; la mayor tragedia es vivir una pesadilla de muerte con vida. Hay tantas cosas que se alivian con la decisión... El valor no admite oscilaciones. A veces, los recuerdos son malas fábulas que nos impiden avanzar.