No hubiera traído estas líneas a este espacio social y público si no hubiera sido por tres motivos. Este periódico, en sus días 28 y 29 de enero, me lo puso en bandeja. Fallece Gregoria Maestre, la abuela de Quintana, con 102 años, de quien se dice que era mujer trabajadora y de una naturaleza fuerte que sorteó con firmeza el trabajo del campo y la crianza de sus cinco hijos. El 29 leíamos otro titular, "La mujer, el gran pilar de los pueblos". Cerca de setecientas águedas de más de sesenta pueblos reivindican en Fuentesaúco su papel como sostén de la familia y dinamizadoras del mundo rural.

Hace un mes dimos cristiana sepultura en Roelos a otra mujer que llegó a 102 años y tres meses. Fue y es mi amada suegra. Mujer querida y admirada. Como escribiera el poeta Gabriel y Galán una sencilla labradora, humilde, cristiana, amable, cariñosa que trocó su casa en lugar de encuentro, siempre abierta a familia, vecinos y amigos de la familia. Siempre generosa solía decirnos, manos que no dais, qué esperáis. Enfermaba alguien en el pueblo, allí estaba Ángela, moría alguien, allí estaba haciendo oración. Alguno lo necesitaba, Ángela con su marido, Juan, le daba un brazado de leña para poner lumbre o le dejaba un trozo de tierra para poner un huerto. Era una señora con muchos valores, hija de Dios y madre nuestra. En su casa aprendimos la dicha más perfecta y por eso quisimos ser como nuestra madre era. De ella escribió cuando lo supo un emigrado del pueblo, ligero de bienes materiales pero con las cuatro letras, la iniciación cristiana y el rescoldo de valores profundos hace sesenta años, Ricardo Mayor que vive en Zaragoza y que testimonia esas vivencias de pueblo y niñez que moldean y acompañan toda la vida. Tales recuerdos son alargados y buenos.

Carta homenaje a una vecina que tuve yo cuando era un niño. Ángela, te has ido, tu cuerpo ya no está con nosotros, pero tu recuerdo sigue. Yo tengo tu imagen de cuando yo estaba a las puertas de tu corral jugando y sentía crujir los goznes de aquellos portones y te veía salir con una rescañera de pan en tus manos curtidas por el trabajo, rescañera de pan que tú cortabas de aquellas hogazas que tú misma hacías con tus propias manos. Luego te ibas silenciosamente calle adelante en dirección a nuestra iglesia para escuchar la misa o el rosario si era por la tarde. Sí, Ángela, tu cuerpo nos ha dejado, pero nos has dejado tu recuerdo de mujer buena, una huella imborrable. Tu imagen está impresa en mi retina y ahí perdurará mientras mi débil corazón no deje de latir. Te imagino rodeada de esa familia que habéis ido formando tú y tu esposo Juan durante vuestras vidas y que ellos te han cuidado y mimado como tú te merecías. Ellos han tenido mucha suerte en tenerte a ti como tú en tenerlos a ellos. Eras una mujer trabajadora y noble a más no poder. Si yo tuviera que darte una puntuación se saldría del casillero. Juan y Angelita, ya estáis juntos de nuevo. Qué bien. Teníais vocación de ángeles y en eso os habéis convertido para poder colaborar con Dios en su obra desde el lugar más cercano a él y más cercano a nosotros. Dios te ha llevado y puesto a su lado como tú te mereces. Ya no te puedo decir adiós, pero siempre te tendré presente en mis oraciones y como devoto de la Virgen del Pilar a ella le he pedido que te acompañara en el viaje hasta la casa del Señor que es donde seguro estás. Ángela, mi querida vecina, que Dios te tenga en la gloria. Como tú rezabas, Dios nos trae y él nos lleva. La vida no es nuestra, es un préstamo. No tengo nada que daros, Padre mío todo es vuestro, el alma que está en prestado, desde luego os la ofrezco, para que descanse y goce en vuestro regazo eterno. O como otro amigo, el doctor Narciso G. Nieto, escribía: Deberes y tareas, todos hechos; sueños y expectativas satisfechos. Corazones dejaste aquí deshechos. ¡Con conciencia tranquila diste el salto! ¡Tu alforja rebosante y al completo, los pies limpios del polvo y de la paja! ¡Ángela, tu gran mérito es repleto! Tu aura allá arriba, rauda viaja: Recoge, en gozo y paz, el premio neto que merece alguien como tú, ¡Tan maja!