Si las malas noticias llegaran juntas, en tropel, en un solo paquete certificado, se pasarían unos ratos amargos, se sufrirían muy malos tragos y momentos aparentemente inaceptables e insoportables, eso es cierto, pero después se irían reponiendo los momentos poco a poco, con algo de calma y alguna resignación no necesariamente cristiana. Sin embargo, por lo que vemos y soportamos día a día, no caerá esa breva?, ni toca esa lotería. La triste realidad es que apenas ha habido tiempo de reponerse del trauma de un disgusto ocasionado por una noticia de cierto fuste cuando ya está esperando en la antesala su turno otra peor o muy similar. Se vive bajo el temor (si se puede llamar así) de la letra impresa en continua pesadilla y en fulgurante sobresalto. Y además ya van, a lo mejor por eso, desapareciendo tantas revistas semanales de humor de esas que nos alegraban de algún modo el ánimo tomándose todo a chirigota y enseñando al público desenfadadamente pechugas sobresalientes de jovenzuelas de buen ver, ombligos destelleantes y suaves, glúteos flotantes de incandescentes brillos, de tal modo que el lector descansaba, reposaba y convalecía de sus realidades cotidianas para tomar nuevamente fuerzas y conocer y prepararse para lo que le iba a venir encima después.

Hemos pasado una tira de años (cada uno lo habrá vivido en su situación y a su manera) sometidos a una dieta estricta de silencios y de cuidadosa criba de contenidos y, cuando finalmente se destapó la caja de las verdades o de los truenos, nos hemos puesto a soltar explosiones, petardo va y petardo viene, sin descansar ni un momento metiendo ruido y más ruido sin parar. Y así vemos o volvemos a ver negocietes raros, actividades inasumibles buenamente, nepotismos inexplicables, mordazas de todo tipo, insultos de origen desconocido, suplantadores de voluntades populares, listillos engañalelos, inflaciones, devaluaciones, fascismos sexuales y derivados?, triquiñuelas, embelecos, estafas? ¡Vamos!, el disloque de cosas en alumbramiento inesperado? Y no hace falta decir nombres que todos tenemos en mente. Claro que siempre quedará el ingenuo de turno, el parvulillo arrogante y fatuo, el don Nadie, el desertor de la Historia, que, con tanta abundancia de timos, llega, aparca fuera con chirrido de ruedas, entra y pide enérgicamente "lo de siempre" (o sea, un vino tinto de Toro -de crianza ¿eh?-) y se nos queda impasible; mira al soslayo y muy ufano suelta, dictando criterio de cátedra: "Bueno, si -como se dice- antes estábamos tan mal ¿cómo es que vivíamos tan bien y tan a gusto?" y apura su trago antes de irse, arqueando la espalda y echando hacia atrás los hombros.

No digo yo, al pensar en esto, que estos tipos no sean agentes provocadores del tipo Francisco Nicolás, el "ya excolaborador del CNI". Quieren ser los únicos que tienen razón. Y así mientras unos cuantos españoles (miles y miles, para apuntar mejor) están poniendo todas sus ganas y sus sinsabores y todos sus saberes leales en seguir adelante con un proyecto general de país europeo, a trancas y barrancas, con instituciones y todo eso a la última, vienen los aguafiestas cantamañaneros de turno y plantean preguntas y soluciones sin respuestas y sin posibilidades, como esas a las que, por mero buen gusto o por educación maternal familiar, no se contestan. O ¿es o no verdad que al final la gente normal tiene que ir por un lado y los políticos y partidos, aunque sean de nueva factura, por otro? Oiga, ¿no acaban todos haciendo lo mismo?

Y entonces se vuelven a ver cosas raras, como esa que se rumorea en estos días de que lo que para Iglesias y su novia está bien en Rivas Vaciamadrid, para el resto de personal es una cacicada indecente. Y es que ¡claro!, todo depende del color del cristal?, pues no es lo mismo cambiar leyes y ofrecer impulsos viscerales y pasarlo bien en algarabías que cambiar la mentalidad de las gentes en una sociedad como la nuestra, llena de prejuicios de todo tipo, religiosos, vecinales, de señoritos de derechas y de proletarios de izquierdas?. Como se dijo antes de ahora?. Son todavía legión los que tristemente no ven ni saborean la necesidad de igualdad jurídica y de justicia libre e igualitaria. A ver si iba a tener razón en el año 1977 o el 1978 Felipe González cuando dijo que España es falocracia?.. España es lo que es (falócrata o no) y lo seguirá siendo como lo fue, incluso mucho antes de lo del caballo de Espartero, y antes de la decisión de Agustina de Aragón, o antes de doña Urraca y el Cid; y hasta antes de Indibil y Mandonio (unos 250 años antes de Cristo, que ya es tiempo). España, precisamente por eso, es lo que es independientemente de lo que crean sus políticos. Precisamente por eso, porque es como es.