Sí, ya era hora de que el Gobierno de España se preocupara y ocupara de la más que necesaria protección a la infancia. Una asignatura pendiente, la de la infancia, que era necesario aprobar y hacerlo con nota como así parece. Ya iba siendo hora de que el Gobierno impulsara, con un ambicioso marco jurídico, el avance en la protección a la infancia que se venía demandando con la urgencia que los acontecimientos exigían. Los niños en España no gozaban del marco jurídico que los ampara en otros países. Han faltado voluntad y sensibilidad por parte de todos los Gobiernos pasados. Hasta que ahora, por fin, una nueva legislación pone las cosas en su sitio para la población más vulnerable representada siempre por los niños y las niñas.

Con respecto a la infancia, en España había como una especie de caos, un terreno de nadie en el que se movía todo lo relacionado con los menores. Afortunadamente la nueva legislación agiliza, refuerza, protege y establece una serie de medidas encaminadas a acabar con un problema que había que afrontar con valentía y con premura, porque se estaba dilatando excesivamente en el tiempo.

Las medidas recientemente adoptadas ponen su atención preferente en los procesos de acogimiento y adopción y en la protección de los menores ante situaciones de abusos sexuales y violencia machista. Se habla y mucho de la violencia de género que se perpetra contra las mujeres, pero apenas se cuentan los múltiples casos de violencia sexual y machista que se ejerce sobre los menores. Una y otras son igual de deleznables. Lo injusto es que la violencia contra los niños haya venido pasando desapercibida salvo en contados casos. Es ahora cuando empiezan a aflorar con toda la virulencia con todo el horror que llevan aparejados.

Ya era hora de que se pusiera coto al libre albedrío de los pederastas, al libre albedrío de los condenados por delitos contra menores a los que se prohíbe expresamente que puedan trabajar junto a niños por una razón de peso, el interés del menor prima ante cualquier consideración. Lo terrible de este problema, que siempre se ha ido dejando para el siguiente, es que esa violencia extrema que cuántas veces se ejerce sobre los niños y las niñas, se produce en el entorno familiar y social de los pequeños. Padres e incluso abuelos, tíos, primos, vecinos, amigos y en algunos casos también profesores que han abusado de los pequeños a los que hay que enseñar a quejarse, a denunciar, a no tener miedo, a señalar con el índice acusador al canalla de turno que ha acabado o ha querido acabar con su inocencia.

A pesar de las garantías que el Gobierno ofrece en la protección a la infancia, no hay que dormirse en los laureles, hay que permanecer vigilantes y al menor indicio pasar a la acción. Los canallas ya no se van a ir de rositas como venía sucediendo. La Guardia Civil está realizando un magnífico trabajo al respecto para desenmascararlos, para acabar con la tupida maraña de redes de pornografía infantil que operan en la Red y fuera de ella. Sanguijuelas que viven de la inocencia de los niños que acaban convertidos en carne de pederastia, de exhibición, de mercadeo, de abuso, de secuestro y de muerte. Son precisamente los Gobiernos progresistas y las sociedades avanzadas quienes demuestran una mayor capacidad para abrigar con su protección y apoyo a todos cuantos no pueden defenderse por sí mismos, como los niños y a cuantos, como los niños, no tienen voz para hacer oír sus derechos y necesidades.