A mis amigos montañeros y especialmente al aguerrido zamorano Antonio Gago

José García Nieto (1914-2001) fue poeta por la gracia de Dios. Poeta universal. Poeta de España. Poeta, especialmente, de las dos Castillas, aunque nacido en Asturias.

Fundó la revista "Garcilaso". Y estuvo siempre en espiritual sintonía con Jorge Guillén, Antonio Machado, Unamuno, Gerardo Diego, Juan Ramón Jiménez... Los críticos y los historiadores de la literatura destacan en sus poemas la absolutamente lograda "perfección formal". Por algo escogió a Garcilaso como guía. Ingresó en la Real Academia con un discurso en verso, titulado "Nuevo elogio de la lengua española" (1983). Se le otorgaron diversos y codiciados galardones literarios. En 1957, se concede el Premio Nacional de Literatura a su poemario "Geografía es amor". Lo vamos a glosar brevemente en las líneas que siguen.

García Nieto poseía un espíritu sanamente liberal, abierto, acogedor? Tuve ocasión de saludarle en Salamanca, hace ya bastantes años. Recuerdo haberle comentado entonces algo que tenía celosamente guardado. En mi etapa inicial de montañero, algunos integrantes de la Sociedad Deportiva Excursionista (allí conocimos a Pérez de Tudela) leíamos con frecuencia en nuestras marchas, al atardecer, el libro "Geografía es amor" de G. Nieto ¿Motivo? Aquel grupo de la SDE consideraba la sierra del Guadarrama ("el viejo amigo", de A. Machado) como su primera casa de montaña. Así la contemplaron también muchos miembros de la Institución Libre de Enseñanza y otros entusiastas de las cumbres. A los "deportivistas" nos placía escuchar, en los versos del poeta asturiano, nombres tan familiares y tan caros para nosotros como La Peñota, El Montón de Trigo, Siete Picos, La Mujer Muerta, La Maliciosa, Las Peñas, El Peñalara, Cabeza Reina, Navacerrada...

Pero el libro de García Nieto no se refiere exclusivamente a esta parte accidentada y abrupta (y también inmensamente bella) de la España interior. Todo él es un canto encendido, apasionado, a la España total, incluida aquella parte de la misma que se encuentra más allá del mar océano. Lo dedica a su hijo. Y comienza con unas palabras emotivas: "Esto que tienes ante ti, hijo mío, es España... Es la España que ves, que tienes, que te entrego. Digo y escribo, y puede más su nombre que la mano y que la voz. Es como un agua que desborda este vaso de mi verso donde quiero encerrarla..." Y concluye así la apasionante y apasionada dedicatoria: "Esta es mi herencia; puedes hacer uso de ella y proclamarla... Lo que te doy en buena hora, que en buena hora lo repartas".

El amor ilusionado a España recorre todos y cada uno de los poemas de José García Nieto. Sus versos son efluvios cordiales que van a Castilla, Galicia, Asturias, Andalucía, Extremadura... Uno de los últimos poemas lleva como título "España Dulcinea". Título de rabiosa actualidad, dirían algunos periodistas. Y no sólo por las celebraciones del Quijote. El vate astur, caballero de Rocinante, camina y camina en busca de esa Dulcinea presentida y deseada: "¡Vamos, vamos de prisa, Rocinante! / Poblemos de pasión sus soledades". El poeta sigue cabalgando. Ya vislumbra a Dulcinea. Está a punto de tocarla: "Cuando habla el corazón, nunca se engaña; / aquí estaba mi España Dulcinea,/ aunque haya quien no crea/ que, como Dulcinea, existe España". ¡Palabras amargas las de García Nieto! ¡Amargas y premonitorias! El sí cree en su existencia. Por eso, aguija o espolea a Rocinante con palabras alentadoras: "¡Vamos, mi Rocinante, aprisa, aprisa./ Mi humilde, fiel y acostumbrado amigo:/ triunfa de la pereza y de la risa, y acércate a la orilla deseada,/ cabalgando conmigo./ Ella espera ... / Te encontraremos./ Mudos para gritar nos quedaremos/ a fuerza de llamarte/ y si es preciso nos azotaremos/ para desencantarte".

Esto lo escribió José García Nieto hace más de cuarenta años. El creyó en España, esperó en España, amó a España? Y lo proclamó sin complejos a los cuatro puntos cardinales. Y luchó denodadamente por ella... ¿Lo haría ahora, en esta España chata y burgués de Zapatero? Muchos -políticos ideologizados, periodistas esclavos, intelectuales de medio pelo- le dirían que esa hazaña quijotesca es hoy algo "políticamente incorrecto" y hasta imposible, España Dulcinea -aseguran- es una quimera, un ente de razón o de sinrazón. Y Don Quijote, un loco genial que al fin se apeó de sus sueños extravagantes. Sólo queda en pie la figura de Sancho Panza, rodeada de enanos que cabalgan en "ponis" liliputienses, con nombres desconocidos en los libros de caballería. Nombres que suenan a vasco, catalán, gallego, castellano...

Pero muchos pensamos, con José García Nieto, que Dulcinea existe, que España existe... Que existe España Dulcinea... Y que son hoy, más que nunca, necesarios los Quijotes. Por eso, pedimos a Nuestra Señora del Corazón en Alto -un día la entronizamos varios montañeros en la explanada de Siete Picos- que ayude a España a levantar el vuelo, si no a lomos del viejo Rocinante, sí transportada por el Pegaso inédito de alguna nueva Mitología. España necesita perentoriamente volver a soñar...