Villarrín, de nuevo a los pies de María

Los penitentes acuden a Pajares a renovar su Voto a la Virgen del Templo y rogar que vuelva a obrar un milagro contra la sequía

La "parpaja" y la sequía arrasaron la cosecha en toda la zona de Tierra de Campos y Tierra del Pan hace unos 300 años. Del hambre y las calamidades solo se salvaron Pajares de la Lampreana y los pueblos de alrededor, como Villalba, Villarrín, Arquillinos o Manganeses de la Lampreana. Sus habitantes atribuyeron el milagro a la Virgen del Templo, de Pajares, y juraron que ellos y sus descendientes volverían cada año a su ermita para agradecérselo y volverle a pedir su protección. Un Voto que siguen cumpliendo cada año tres siglos después.

Una mujer come una pasta a la sombra de la furgoneta de la Virgen del Rosario de Villarrín, antes de comenzar la procesión. | Emilio Fraile

Una mujer come una pasta a la sombra de la furgoneta de la Virgen del Rosario de Villarrín, antes de comenzar la procesión. | Emilio Fraile / Alejandro Bermúdez

El 8 de mayo, día de la aparición del Arcángel San Miguel, son los de Villarrín quienes llegan a Pajares, sea domingo o lunes, para renovar su devoción en la Virgen del Templo. Un Voto que la mayoría cumplen vestidos de calle, y quienes son cofrades de la Vera Cruz con su hábito de penitente, la camisa ceplina.

Uno de los penitentes se prepara para comenzar la procesión. | Emilio Fraile

Uno de los penitentes se prepara para comenzar la procesión. | Emilio Fraile / Alejandro Bermúdez

Los vecinos de Villarrín se congregaron junto al castillo de Pajares. Muchos llegaban en coche, algunos grupos habían optado por salvar a pie los 12 kilómetros que separan los dos pueblos. Un pequeño refresco les daba la bienvenida para reponer fuerzas y líquidos antes de comenzar la procesión. Allí los penitentes se colocaban la emblemática camisa ceplina y, una vez puesta, se quitaban las ropas mundanas de su día a día.

Dos penitentes se ponen la camisa ceplina.

Dos penitentes se ponen la camisa ceplina. / EMILIO FRAILE

El ambiente festivo daba paso al recogimiento que caracteriza a la Vera Cruz de Villarrín. Los penitentes, hombres y mujeres, recorrieron las calles de Villarrín con el rostro cubierto, los brazos cruzados, los pies descalzos, la boca en silencio y la mente orante.

Los penitentes de Villarrín avanzan descalzos por Pajares. | Emilio Fraile

Los penitentes de Villarrín avanzan descalzos por Pajares. | Emilio Fraile / Alejandro Bermúdez

Tras ellos, cuatro señoras de Villarrín portaban en andas a la Virgen del Rosario, que previamente había sido trasladada en furgoneta a Pajares. Tras la imagen mariana el resto de la feligresía cantaba himnos marianos bajo las indicaciones del párroco, don Edgardo Rivera.

La comitiva se dirigió a la Plaza Mayor, donde se produce el solemne encuentro entre Villarrín y Pajares, con saludo de pendones e intercambio de varas entre las autoridades municipales: la alcaldesa de Pajares, Ángeles Camarón, y el teniente de alcalde de Villarrín, Francisco Álvarez Gómez, pues la alcaldesa, Ainhoa Aranguren, era una de las penitentes.

Los penitentes se descubren el rostro al llegar a la iglesia de Pajares. | Emilio Fraile

Los penitentes se descubren el rostro al llegar a la iglesia de Pajares. | Emilio Fraile / Alejandro Bermúdez

De ahí, la procesión continuó hasta la iglesia de San Pedro. Este año la patrona de la Tierra del Pan está aquí, pues su ermita está en obras. La parroquia se quedó pequeña para acoger a todos los devotos de Villarrín y Pajares, que llenaron hasta el coro. La Virgen del Rosario de Villarrín fue colocada en el altar, junto a la imagen románica de la Virgen sedente con el niño.

Tras la misa cooficiada por Edgardo Rivera y Matías Pérez precedió a la renovación del Voto. Un año más, Villarrín renovó su fe, esta vez de nuevo con la esperanza de que la Virgen del Templo vuelva a acabar con la sequía.

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