José Álvarez comenzó a leer «El Quijote» como libro de cabecera, disfrutando con las aventuras y desventuras del ingenioso hidalgo, hasta que «empecé a darme cuenta que las expresiones que aparecían en el texto no podían ser de un manchego. Yo había oído hablar a mi abuelo y a mi tío abuelo (naturales de Rionegro del Puente) y me resultaban familiares ciertas palabras, veía que había similitudes». Y ése fue el germen de una investigación que, ayudada por su especialidad como estudioso e ilustrador de mapas geográficos, se ha prolongado a lo largo de quince años con resultados sorprendentes.

Las nuevas aportaciones en torno al origen de Miguel de Cervantes han sido expuestas en el VII Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, celebrado en la ciudad alemana de Münster, donde José Álvarez presentó la comunicación titulada «Recepción práctica de la trilogía de don Quijote. Testimonio autobiográfico del comúnmente llamado Miguel de Cervantes». Una disertación en torno a los «misterios bajo el texto de El Quijote» que alumbra su «velada intención autobiográfica».

Partiendo de la controversia que siempre ha rodeado al origen de Cervantes y estimulado por las revelaciones del profesor Leandro Rodríguez -quien primero puso en entredicho la autenticidad de la fe de bautismo conservada en Alcalá de Henares, defendiendo el origen zamorano y la ascendencia judía del escritor-, José Álvarez emprendió una investigación que le condujo a las «más certeras conjeturas» sobre el origen de Miguel de Cervantes. «La atenta lectura de la historia, permite una paráfrasis o interpretación del coincidente significado entre las palabras elegidas para componer el texto y su sinonimia reflejada en los topónimos de la cartografía».

Sostiene este cartógrafo de ascendencia zamorana que «cualquiera de las personas criadas en La Carballeda notarán sin duda, si leen la historia de don Quijote con la debida atención, la infinidad de términos y expresiones coloquiales que les son familiares». Un hecho que llamó la atención de José Álvarez y le llevó a preguntarse «cómo un manchego alcalaíno podía conocer tan al dedillo el castellano hablado en su tierra y emplease con tal propiedad -por boca de Quijote y Sancho- unos dichos y modismos tan peculiares».

Asegura el estudioso que desentrañando el sentido del texto, y, teniendo a la vista un detallado mapa topográfico, el lector se «verá transportado» a Rionegro del Puente, desde el final del capítulo noveno del segundo Quijote -donde se describe la llegada de Quijote y Sancho al Toboso-; y «podrá verlos venir por la Entrada de Cubillas y transitar por Rionegro buscando el alcázar del palacio de "Dulcinea", dar luego con la torre de la "iglesia principal" y retirarse de seguido "a dos millas del lugar" -Monte de la Majada- para aguardar al día». Según la tesis de José Álvarez, es esta la primera ocasión, en que la acción se desarrolla en Rionegro, pueblo que «sirve a Miguel como de escenario móvil: lo mismo es el Toboso, que el lugar del Palacio los Duques, o las ciudades de Zaragoza y Madrid. Son más de treinta los capítulos del Quijote que tienen lugar en Rionegro del Puente y sus proximidades».

José Álvarez, hijo y nieto de carballeses (nacidos en Rionegro del Puente), defiende la «clara intención autobiográfica» de «El Quijote», donde el viejo hidalgo Quijano «encarna a un Miguel que rememora infantiles aventuras, en los bucólicos parajes de la tierra en que se crió». Las voces y vocablos temáticos, expresados generalmente por sinonimia, descubren el lugar preciso en el que suceden cada una de sus aventuras.

A través de la relación de las palabras que aparecen en «El Quijote» con la toponimia, el investigador identifica cada punto del recorrido; «lo que todos pueden reconocer, comparando el sentido de la palabra escrita con el nombre dado a la geografía».

Como relató Álvarez Crespo en su ponencia en el Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, «el itinerario, trazado por Miguel con absoluto detalle y asombrosa precisión cartográfica sobre las distancias, va ilustrando paso por paso, una gira que recorre, cuantos municipios integran la citada comarca de "La Carballeda". Todos y cada uno de "los pasos andados" por Quijote, guardan concordancia, con la toponimia que conservan los actuales mapas: sin que sitio alguno, rotulado sobre la topografía, deje de aparecer, clara y secuencialmente definido, por las antedichas sinonimias: alegorías, metáforas y traslaciones».

El seguimiento del curso narrativo y dialogal permite así reconocer «un territorio próximo a los mil kilómetros cuadrados de extensión; descrito por el texto, con mayor veracidad y exactitud, de la que ofrece el propio Mapa Nacional a escala de 1:25.000. El profundo conocimiento geográfico que Miguel nos muestra, con la exhaustiva descripción de aquellos recónditos parajes -por entonces no cartografiados-, y el saber acerca de los más diversos aspectos humanos, culturales, folclóricos y lingüísticos, no pudo ser adquirido en corto espacio de tiempo, ni de otro modo alguno, no siendo que, quien de tal manera los conoce, hubiese vivido en aquella tierra; a la que Miguel quiso favorecer haciéndola famosa, puesto que, con ella había sido "más agradecida y liberal la naturaleza que la fortuna"».

José Álvarez no tiene duda. «Es tan copioso el número de irrefutables pruebas que Miguel ofrece por testimonio en su Quijote para elucidar su verdadero origen, lugar de nacimiento, y cuanto, de su condición y su pasado le convino guardar en secreto que, hasta el más incrédulo y pertinaz detractor de su inaudita primicia, habrá de reconocer su evidencia».

A su juicio, son cuantiosas las claves en torno a la obra y la vida de Cervantes que llevan a certificar sus orígenes zamoranos. «La Verdadera Historia de don Quijote», ha de servir «tarde o temprano -tal como Miguel se propuso- para salir él mismo del encantamiento y paran hacer famosa su patria, Carballeda». En ese contexto, no es cuasial que si los naturales de Villardeciervos son conocidos como «cervatos», Miguel eligiera el apelativo de Cervantes, que «además de ser alto, sonoro y significativo declara muy al vivo su verdadera patria natal».

Pero Miguel salió de su tierra a la aventura y sin prueba ninguna de su «limpieza» del origen judío, es decir, «sin haber recibido el bautismo». Una ocasión que se le presentaría al ser inscrito como hijo bautizado por Rodrigo Cervantes, en la parroquia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares. Leandro Rodríguez ya puso en duda la autenticidad de la partida bautismal y así lo certifica también José Álvarez, convencido de que el propio Cervantes «la falsificó». De acuerdo con sus pesquisas, tras haber cursado estudios en la Universidad de Salamanca, llegó Miguel a la Corte de Madrid donde estableció relación con ciertos amigos de Alcalá.

«Cuando Miguel marchó a Roma, invitado por su excelencia Giulio Acquaviva, a quien había conocido durante la visita que este hizo al Rey en Madrid, como emisario de Su Santidad el Papa Pío V; tuvo necesidad, de acreditar su bautismo y "limpieza de sangre": condición imprescindible, para desempeñar el cargo de secretario "camarero" de aquel joven prelado, en la Corte de Roma. La información de "limpieza de sangre" que solicitó Miguel, dio comienzo el 12 de diciembre del año 1569 ante el notario de Madrid Andrés de Ozaeta, siendo testigos y declarantes: Alonso Getino de Guzmán, -"alguacil desta villa"- junto a dos -"andantes en corte"- relacionados con Rodrigo».

Según refleja Álvarez Crespo en su comunicación para el Congreso Internacional de Cervantistas, el encabezado del acta es del tenor siguiente: "Rodrigo Cerbantes, andante en Corte, digo que Miguel de Cerbantes, mi hijo e de doña Leonor de Cortinas, mi lejítima muger, estante en Corte Romana, le conviene probar e averiguar como es hijo legítimo mío e de la dicha mi muger y quel, ni yo, ni la dicha mi mujer, ni mis padres ni aguelos, ni los de la dicha mi muger hayan sido ni semos moros judíos, conversos ni reconciliados por el santo Oficio de la Inquisición ni por otra ninguna justicia de caso de infamia, antes han sido y somos muy buenos cristianos viejos, limpios de toda raíz".

Sostiene José Alvarez que «la falsa partida hubo de hacerse, -a través de persona interpuesta- teniendo Miguel constancia de ello, pero sin intervención directa suya; puesto que, de ser así, habría acomodado su data a la fecha en que realmente nació. No cabe duda, de que el calígrafo escribió al dictado, de quien no supo a ciencia cierta en que día ni año nació el interesado. Ni por aproximación concuerda, la fecha en que debió nacer según la alcalaína partida de bautismo, con las propias declaraciones de "Cervantes" acerca de su edad; y, menos todavía, con testimonios de los supuestos padres, y de otros testigos que, por diversas causas la manifestaron en distintas escrituras públicas».