Hoy conocemos... Alcubilla de Nogales (Benavente y los valles)

Retablo de la iglesia de Alcubilla de Nogales.

Retablo de la iglesia de Alcubilla de Nogales. / Javier Sainz

Javier Sainz

El río Eria desemboca en el Órbigo por encima de Benavente, en las cercanías de Manganeses de la Polvorosa. Viajando junto a su curso aguas arriba, el último pueblo de nuestra provincia antes de penetrar en la de León es Alcubilla de Nogales y en él nos vamos a detener.

Muy sugestivo es el nombre local. La mayoría de los expertos de topografía señalan que su primer componente, Alcubilla, deriva del vocablo árabe “qubba”, cuyo significado es el de construcción aislada con cúpula o excavación abovedada para captar aguas, utilizado aquí en diminutivo. A su vez, el apellido viene prestado del monasterio de Nogales, casi inmediato, aunque situado ya en tierras leonesas. Fue éste un importante cenobio cisterciense, al cual perteneció durante largo tiempo la propia localidad. Tal abadía fue instituida en el año 1162 bajo el patrocinio de Sancha Ponce, viuda por entonces de Vela Gutiérrez. Esta dama era hija del poderoso conde Ponce de Cabrera, mayordomo de Alfonso VII.

Sobre el pretérito asentamiento de gentes en el término local, han quedado vestigios de su deambular desde al menos hace unos 5000 años. Se sabe de la existencia de restos de dólmenes, siendo el más evidente el denominado Peña Vilano. Se ubica éste hacia el sur, distante algunos centenares de metros de los últimos edificios locales. Se aprecia su túmulo y algunos de los piedrones que formaron su cámara. En tiempos pasados utilizaron el enclave como punto de espera en las partidas de caza. Forma parte de un interesante conjunto dolménico, con otros ejemplares en los cercanos lugares de Arrabalde, Morales de Rey y Granucillo de Vidriales. Enigmática es asimismo la Cueva del Moro, situada en lo alto de la sierra, una galería de poca longitud, semicegada en nuestros tiempos. Es posible que sea el vestigio de alguna ignota explotación minera. Las legiones romanas también debieron de cruzar por aquí, sobre todo en la época del sometimiento del pueblo astur. Bien cerca queda el importante castro de Las Labradas, distante poco más de tres kilómetros en línea recta.

Alcubilla de Nogales (Benavente y los valles)

Vista general de Alcubilla de Nogales. / Javier Sainz

La primera noticia escrita que se conoce sobre la población actual está fechada en el 1074. Se cita como Alcupella y aparece recogida en diplomas del monasterio de Sahagún, aunque quedan dudas de que pudiera ser exactamente este lugar. Más de un siglo después, en el 1194, en documentos de la propia abadía de Nogales, aparece mencionada la “uilla que vocatur Alcubela” y desde entonces se suceden numerosas menciones más, relacionadas con la misma institución cenobítica. Ya señalamos que los monjes de ese monasterio tuvieron aquí cuantiosas propiedades. Las relaciones de los vecinos con los abades y regidores monacales pasaron por momentos de tirantez. Incluso se vieron forzados a plantear pleitos contra ellos, sobre todo por la discrepancia en cuanto al pago de ciertos impuestos. En el siglo XVI el lugar había pasado al señorío de los Condes de Benavente, con lo cual quedó integrado en su provincia hasta la supresión de los derechos feudales del siglo XIX.

Su casco urbano se ubica sobre una especie de plataforma que se alza varios metros sobre la propia vega del río. En esa rasa queda a salvo de humedades excesivas y de las frecuentes inundaciones invernales que anegan las zonas bajas. Por detrás, hacia el suroeste, se alzan las cuestas de la Sierra de Carpurias, con cotas que alcanzan cerca de los 950 metros, unos 150 por encima del propio pueblo. En tiempos pasados la mayoría de sus casas se levantaron con tapial, sobre zócalos de mampostería, aunque también hay algunas por entero de ese último material. Muchas de ellas se han reformado, para adaptarlas a las actuales exigencias de habitabilidad. Otras se han construido de nueva planta. Con todas esas renovaciones el aspecto general del pueblo ha adquirido un positivo aspecto de bienestar y progreso.

Alcubilla de Nogales (Benavente y los valles)

Bodegas en Alcubilla de Nogales. / Javier Sainz

Moderno y de atrevido diseño es el edificio del ayuntamiento, situado en uno de los laterales de la Plaza Mayor. Posee dos plantas, con un amplio balcón en la superior; combinando en ellas placas de piedra con ladrillo a la vista. Pero su peculiaridad distintiva es una poderosa torre cilíndrica situada en una de sus esquinas, proyectada para colocar el habitual reloj.

Un rincón urbano muy grato es una plazuela habilitada entre las calles del Barrero y de Villageriz. Posee cuidados jardines, árboles de sombra y una fuentecilla decorativa. Pero su principal atractivo es un conjunto escultórico central en el que se representó a una abuela, una madre y su hijo. Pese a estar elaboradas con cemento, las formas y proporciones de estas figuras son correctas, logrando intensa expresividad y un resultado muy emotivo. Una lápida colocada en el basamento señala que el recinto está dedicado al escultor Santiago Alonso Martín, por lo que deducimos que fue ese artista el autor de las efigies señaladas.

Otro espacio local de asueto y descanso se halla junto a la carretera, a la salida hacia San Esteban, limitado con un pequeño muro y setos vegetales. Resulta ser un parque bien cuidado, provisto de paseos, dotación forestal y juegos infantiles, ubicándose al fondo las tradicionales escuelas. Bien cerca se extienden algunas pistas deportivas.

Alcubilla de Nogales (Benavente y los valles)

Monumento en la plaza del Escultor Santiago Alonso, Alcubilla de Nogales. / Javier Sainz

Retornando a la Plaza Mayor, otro de sus laterales está ocupado por la iglesia parroquial de San Verísimo. Llama la atención que esté dedicada a ese santo, nada común en nuestras tierras. Fue un cristiano martirizado en Lisboa a comienzos del siglo IV durante la persecución de Diocleciano. El propio templo es un edificio sólido y gallardo, construido con una áspera mampostería de piedra esquistosa, muy dura, imposible de tallar. Consta de una cabecera cuadrada bastante prominente, reforzada con gruesos estribos esquineros, a la que se agrega una nave más baja, con ciertas estancias auxiliares adosadas. Sobre el muro del poniente se alza una esbelta espadaña, para la que consiguieron mejor piedra, un sillarejo un tanto desigual. Consta de tres vanos para las campanas, impostas salientes y gruesas bolas esquineras como principal ornato. La puerta se abre en el costado del mediodía, amparada por un pequeño portalillo. Por delante se extiende un jardinillo, limitado por una artística verja de hierro. Esos espacios libres es muy posible que fueran un cementerio en el pasado.

Tras acceder al interior, vemos que todos los muros aparecen enfoscados y pintados con esmero. La techumbre de la nave es una rústica armadura de madera de par y nudillo, carente de cualquier labor decorativa. Como contraste, para la capilla mayor se dispuso una magnífica bóveda de crucería estrellada, de nueve claves, sumamente estética. Como acceso hasta ella, el arco de triunfo, visiblemente apuntado, está construido con ladrillo. Se apoya sobre pilares pétreos dotados de múltiples molduras. Estas formas indican una construcción casi segura del siglo XVI, en un gótico ya último, completándose la nave posteriormente. El retablo principal es una hermosa pieza rococó, provista de cuatro grandes columnas de fustes estriados y una ornamentación grata, pero contenida. En su centro se halla la imagen del santo patrón, acompañada desde los lados por las efigies de San Antonio de Padua y un abad, acaso San Benito. En lo alto se muestra el Calvario. A su vez, en el nicho del sagrario expositor se halla colocada la escultura un tanto rústica del beato Pablo Merillas Fernández, natural de Alcobilla y asesinado en El Escorial en 1937, durante la Guerra Civil. Colocados en las esquinas, formando un todo común con el retablo mayor, hallamos otros dos retablos menores, gemelos, nuevamente de estilo rococó, rematados en sendos cascarones. El uno está dedicado a la Virgen y el otro a San José. Entre los tres forman un frontal llamativo y suntuoso.

Alcubilla de Nogales (Benavente y los valles)

Peña Vilano. / Javier Sainz

Otro recinto religioso existe en el pueblo. Debió de ser un viejo humilladero, un pequeño oratorio situado a la salida del pueblo hacia Arrabalde. Al haber agregado a sus orillas el cementerio tradicional, quedó impregnado de un intenso carácter funerario que no lo tuvo en origen. En nuestros tiempos han habilitado otro camposanto más extenso y apartado, con lo que progresivamente quedará sin uso el anterior. El edificio posee planta rectangular, con muros provistos de un zócalo pétreo y zonas altas enjalbegadas. En su fachada sólo presenta una puerta rectangular con una mirilla cruciforme recortada en la chapa metálica que protege su carpintería. Es muy posible que dentro se diera culto a alguna imagen de Cristo en la Cruz.

El principal recurso económico del pueblo es su potencialidad agraria. De todos los espacios del término, sin duda la parte más fértil y valiosa es la vega, extendida a las orillas del río Eria. El propio curso fluvial se acompaña de frondosos sotos ribereños. El inconveniente mayor de estos territorios productivos es que, aunque posean unas ochocientas hectáreas de extensión resultan escasos para las necesidades locales. Además, al ser este río uno de los pocos que carece de un embalse regulador, el riego estival suele ser precario. El resto de parcelas cultivadas son de secano, bastante menos rentables.

Antaño tuvieron cierta importancia las viñas, pero su cultivo ha decaído en gran medida. Perduran numerosas bodegas tradicionales, de las cuales muchas se hallan abandonadas. Se agrupan en dos zonas, situadas en extremos opuestos, horadadas en taludes ahí existentes. Unas se hallan al norte del pueblo y otras hacia el sur, formando estampas muy pintorescas, contrastando sus frentes y puertas con la entraña rojiza del terreno en el que se enclavan.

La parte oriental del término ocupa el llamado Monte de Alcubilla. En tiempos pasados perteneció al Monasterio de Nogales, pero fue adquirido por el pueblo en las desamortizaciones del siglo XIX. Perduran en él encinas seculares, verdaderos monumentos vegetales. Otras zonas de interés paisajístico son las laderas y cumbres serranas. Además de pinares de repoblación, prosperan por sus baldíos numerosos jarales y otros arbustos aromáticos, aprovechados para la instalación de colmenares y producción de miel. Una empresa local ha conseguido cierto renombre por su calidad.

Pese a quedar ya dentro de los límites de la provincia de León, preciso es conocer las ruinas del mencionado Monasterio de Nogales. Sólo se conservan partes de sus muros, con una larga fachada, pero denotan una pretérita grandeza monumental.

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