Decía Manuel Campo Vidal en un artículo publicado en febrero con motivo de la cumbre sobre despoblación organizada por LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA que el “año de la despoblación” comenzaba en Zamora.

Así lo entendía el periodista y sociólogo tras la celebración de las jornadas el 5 de febrero bajo el lema “Razones para quedarnos”. El objetivo del encuentro de expertos y representantes institucionales era arrojar luz sobre las medidas para paliar la despoblación.

En ese congreso, la vicepresidenta cuarta del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, estrenaba su cargo como responsable de esta materia: el Reto Demográfico.

A estas jornadas de febrero le habían precedido las protestas de los agricultores, con una tractorada histórica en el centro de Zamora para pedir unos precios más dignos para el sector.

Tan solo un mes después del congreso sobre la pérdida de población, el año que comenzaba como el de la despoblación se convirtió para todos en el año del coronavirus. En 2020 se ha vivido una pandemia dramática, con un confinamiento muy duro, dos estados de alarma y más de 8.700 casos de Covid-19 en la provincia de Zamora. Lo que ha vivido la sociedad a lo largo de este año son palabras mayores. Todo ha cambiado. Ni siquiera Zamora ha podido celebrar sus queridas procesiones de Semana Santa en la calle, sus romerías o las fiestas populares que se llevan todo el protagonismo en las fechas del 15 de agosto y el 8 de septiembre.

Un mes después de la celebración de una cumbre que colocaba a Zamora como epicentro de la despoblación, se registraba en la provincia el primer contagio por coronavirus y más tarde, el primer fallecimiento en el Complejo Asistencial de una persona ingresada por esta enfermedad que ha cambiado nuestras vidas de cabo a rabo.

Al confinamiento durante el primer estado de alarma, en el que se acabaron productos de las estanterías de los supermercados, se quedaron las calles vacías, hubo presencia policial y militar en las calles y se cerraron las fronteras con los hermanos portugueses, le siguió la desescalada y una denominada como nueva normalidad, que dio paso a un verano que arrojó un poco de esperanza.

No faltaron, sin embargo, noticias trágicas como el choque del tren Alvia en La Hiniesta, el incendio que afectó principalmente a Domez de Alba y Vegalatrave, o el fuego que quemó seis naves de almacenamiento en la sede central de Cobadu y que encogió el corazón de Zamora.

La segunda ola devolvió a la cruda realidad a los ciudadanos, con un incremento de contagios y nuevas restricciones como el cierre de la hostelería o las establecidas durante una atípica y rara Navidad que, al menos, servirá para decir adiós a un año que dió un vuelco a la vida.