Populista donde los haya, al máximo, el nuevamente presidente de Cantabria, Miguel Angel Sevilla, con 74 años ya a sus espaldas, sigue sin dejar indiferente a nadie y allá por donde pasa arma la polémica. Ello le ha convertido de paso en escritor, presentador y contertulio de televisión, y acreditado showman en general. A la gente le cae bien, muy bien, por la sencilla razón de que Revilla conecta con el sentir general, dice lo que otros piensan y callan y es un político honrado.

A su alrededor, sobre todo en Cantabria, los dirigentes de otros partidos, sean de la oposición o los coaligados que sostienen al presidente del regionalismo que gobierna, suelen mostrarse despectivos o claramente displicentes cuando menos con las posturas de Revilla. Aseguran que hacer política es algo más que viajar en autobús por la capital para oír el parecer de los paisanos o sentarse en las gradas del viejo Sardinero a ver al Rácing, junto a los aficionados, en vez de ir al palco de honor, y por supuesto, más que ir a llevar latas de anchoas a Zapatero que es, en resumidas cuentas, lo que le dio a conocer en el país y para algunos su único mérito, remitiéndose al currículo presidencial.

Y es que Revilla no ha ganado nunca unas elecciones con su partido regionalista y ha sido tres veces presidente de la región gracias al PSOE, e incluso vicepresidente antes con el PP. Al parecer y por razones que deben ser prácticas no tiene muchos escrúpulos en esto, pues ya décadas atrás había ocupado un cargo de dirigente sindical en el franquismo. Pero su habilidad e inteligencia para conectar con la calle, así como su honestidad, no se la quita nadie, y eso es lo que le hace tan popular y estimado y no solo allá por el norte. Aunque luego, fuera de la política cotidiana, los espacios de TV que le han acogido hayan tenido escasa duración, dada su limitado recorrido, algo que ya se hizo mas que evidente en su primer libro. "Nadie es más que nadie", tan vendido, pero que, aparte de la reiteración de anécdotas ya conocidas, poco o nada aportaba desde un punto de vista riguroso.

Ahora, el presidente de Cantabria, coincidiendo con el nuevo y terrible atentado terrorista de Londres el fin de semana pasado, culpa del yihadismo a la foto de las Azores, aquella desdichada instantánea que en España costó la masacre del 11-M de 2004. Pero fuera de aquella terrible venganza por la presencia de Aznar justo donde no debía, y que meses más tarde se repetiría en Inglaterra, no resulta muy lógico ni razonable culpar del fanatismo y la violencia islamista solo a Bush, Blair y el entonces presidente del Gobierno español. Los atentados del 11-S en Nueva York, en 2001, demuestran que la ofensiva yihadista contra el mundo y la civilización occidentales ya había comenzado y que la defensa se había hecho imperativa. Más cercanas a la realidad parecen sus declaraciones acerca de que Rajoy tenía que haber dimitido tras sus mensajes de apoyo a Bárcenas, algo que hubiese resultado normal en cualquier país europeo y seriamente democrático, y su convicción de que la moción de censura que presentará Podemos no es otra cosa que fuegos artificiales. Como lo suyo, en realidad.