Deprisa, deprisa, que las elecciones generales están ahí, el Gobierno aprueba todo aquello que pueda darle votos al PP el 20 de diciembre. Se están utilizando todos los recursos ejecutivos del poder, y más. Es mucho lo que está en juego y lo que se juegan ellos, que es, por supuesto, lo que más les interesa e importa. Así que no se pierde comba, y Rajoy lo mismo anuncia una curiosa oficina para la regeneración democrática, asegurando que los corruptos no podrán disfrutar del dinero público afanado -lo que no se cree nadie porque vaya si lo están disfrutando- que llega, monta y da el visto bueno en consejo de ministros a un plan para los mayores, con orientaciones en todo tipo de materias.

Es un plan teórico, puramente, se supone que un mero catálogo de los tópicos habituales al tratar de los problemas de la vejez, esa situación en la que hay nada menos que ocho millones de personas con más de 65 años en España. O sea, consejos, que es lo más barato, recibidos de las organizaciones de jubilados y pensionistas, según dijo Rajoy cuando presentó la iniciativa, pero ni un euro más. Que es justo lo que piden las asociaciones de mayores, los cuales con sus votos podrían variar los resultados de cualquier cita en las urnas si fuesen a lo práctico. Porque se prometen subidas salariales, rebajas de impuestos, pagos fraccionados de las extras retenidas, y lo que sea, pero se mantiene el 0,25 por ciento para la revalorización anual de las pensiones.

En el pasado debate entre los líderes de Ciudadanos y Podemos, tanto Rivera como Iglesias coincidieron en que si sus partidos gobernasen se volvería a ajustar las subidas de las percepciones al índice de precios al consumo, como se hacía antes, una norma que el nefando Zapatero interrumpió cuando por fin vio la crisis que le arrollaba, y que Rajoy, incumpliendo burdamente otra de sus promesas electorales, limitó a ese ridículo porcentaje que ni siquiera notan los pensionistas en sus pagas mensuales El 20D se podrá comprobar si falla o no falla la memoria de los mayores.

Todo será cuestión de apretar el puño izquierdo, para recordar. Pues según un reciente estudio, que ha gozado de mucha repercusión, pruebas efectuadas en una universidad de New Jersey, en Estados Unidos, han demostrado que apretar el puño izquierdo durante minuto y medio es suficiente para avivar los recuerdos. Y que si es el puño derecho el apretado se aumenta la capacidad de memorizar. La explicación científica y para todos los públicos que se ha dado sobre el asunto es que al cerrar las manos con fuerza aumenta la actividad neuronal, algo que ya se había comprobado en el estudio de las emociones personales, pero que ahora se ha extendido al funcionamiento de la memoria.

De hecho, cuando la gente se enfada aprieta los puños y cuando está satisfecha hace lo mismo, o al menos uno de los puños, expresando sus sentimientos. Antes de las elecciones, como se cierre el puño izquierdo, el que recupera los recuerdos -aunque estos últimos cuatro años no son fáciles de olvidar- muchos votos se le van a escapar a Rajoy al que no le quedará otra que apretar los puños, y no de contento.