No hay paro para los ex altos cargos. Al terminar su vida pública les aguarda una acomodada vida privada en alguna empresa precisamente del sector privado. Expresidentes del Gobierno como González y Aznar y exministros como Piqué y Zaplana constituyen cuatro ejemplos a tener en cuenta. No son ni serán los únicos tocados por la varita de la suerte en forma de nuevo cargo. La exvicepresidenta Elena Salgado tiene todas las papeletas para convertirse en consejera de la filial chilena de Endesa al grito de ¡ya! Hasta ahí nada que decir aunque sí mucho que opinar.

En lo que hay mucho que decir y más que opinar es en el hecho de que la ex del gobierno Zapatero se vaya al sector energético sin respetar los dos años que marca la ley de incompatibilidades. Un funcionario de a pie no podría hacerlo. O se le consideraría un delincuente o un hereje. Un ex alto cargo es otra cosa. Tienen bula antes y después del «ex». Se van con los bolsillos legítimamente llenos y la pensión asegurada y además se retiran o los retiran a empresas como la aludida, en las que no crea que cobran el sueldo mínimo interprofesional, no, cobran una pasta gansa por dar cuatro opiniones sobre su experiencia en el Gobierno.

No sienta usted pena ni por González ni por Aznar. Los dos exjefes del Ejecutivo tienen sendas pensiones vitalicias de 82.000 euros anuales. Ítem, Felipe es consejero de Gas Natural Fenosa y Aznar, además de consejero del controvertido grupo Murdock, es asesor de Endesa que, casualmente, es la eléctrica privatizada durante su mandato. Uno y otro viven como auténticos pachás. No hay más que ver ciertas fotos en yates de lujo y en playas paradisíacas de aquí y de allá.

Quien se ha hecho un sostén mucho más generoso que aquel que siempre nos dijeron que se había confeccionado Pilar Primo de Rivera con la camisa vieja de su hermano, es José María Aznar. Voy con cifras: 300.000 euros como asesor externo de Endesa y 160.000 euros en New Corporation, sin contar conferencias y demás chollitos que le cunden una barbaridad. Mi calculadora de bolsillo no tiene espacio suficiente para dar la cifra exacta de ingresos del señor Aznar pero se calcula que sus ganancias rondaron el pasado año los 1,5 millones de euros.

Y en España, cinco millones de españoles, cuántos de ellos cualificadísimos, con un montón de carreras, de conocimientos y de experiencia, se desesperan en las filas del Inem, esperando la gracia de un trabajo, no ya acorde con su preparación, sino con sus necesidades. Compensa, por verde que se le ponga a uno si hace las cosas mal, pertenecer a un Ejecutivo, a tenor del premio final que siempre es más sustancioso que el que mensualmente perciben al frente de su cargo. Elena Salgado, recién salidita del Gobierno con ocho años que avalan su pensión vitalicia, se va a embolsar de 35.000 a 70.000 euros por su nuevo trabajo en la compañía citada.

Vuelvo a repetir que lo peor no es eso, que lo peor está en que Elena Salgado es una privilegiada ya que no tiene que esperar los dos años de rigor en los que todos los ex altos cargos tienen prohibido trabajar en compañías privadas. Aquí hay un ejemplo claro de que no todos somos iguales ante la ley. Que quien hizo la ley hizo la trampa y que para unos el chollo y para otros el desespero ante lo negro de su situación. Yo no sé a usted pero a mí me parece antiético y antiestético.