El domingo 30 de octubre los medios de comunicación nos despertaron con una buena, muy buena noticia. Un nuevo tramo de 25 metros lineales de muralla será liberado próximamente en la avenida de la Feria, 29. De este modo, el Ayuntamiento logra ir dando pasos de cara a despejar de construcciones adosadas parte de nuestro recinto defensivo a un coste económico prácticamente nulo. Años atrás, algunas entidades financieras adquirieron estos solares o edificios a sus propietarios para donarlos a la ciudad, a modo de obra social efectivamente comprometida con los ciudadanos. En los últimos tiempos las cosas han tomado otros rumbos, murió el «tío regala», y el modelo ha cambiado. La corporación municipal ha optado, de forma bastante inteligente, por establecer convenios con los propietarios a cambio de algunas contrapartidas. Si nos remitimos a los hechos, en la práctica estos inmuebles han sido adquiridos por promotores inmobiliarios que también buscan donar estos solares al Ayuntamiento, pero con la contrapartida de recibir mayor edificabilidad en otras zonas de la ciudad. La fórmula es genial y beneficia a ambas partes. Pero tiene algunas pegas, pocas, pero que en este caso se antojan alarmantes. Y sobre esto ya alertamos en este mismo diario el 23 de enero de 2009 en el artículo titulado «Truco o trato».

Digo que en este caso particular saltan las alarmas por las consecuencias que conlleva la contrapartida. La edificabilidad que ha adquirido la promotora Ferfesa se traslada al edificio de la antigua residencia de los Franciscanos en la avenida de Requejo. Y eso supone que este inmueble está ya en el punto de mira. Pues bien, lo de siempre. Se ha puesto el ojo en un edificio del siglo XX más que notable y hasta que la indiferencia no nos corroa no quedaremos a gusto. Ya se sabe lo que pasa en nuestra ciudad, el mal de la piedra: toda arquitectura monumental que no sea de este material ni tenga pátina de viejo no vale nada o casi nada. Podemos incluso gastarnos sesenta mil euros en hacer un instalache -con todos los respetos- en la Puerta de la Feria para custodiar unas piedras de muralla y otras no, pero a la vez se nos pasa por alto el chalé ya demolido de La Marina, la fábrica de harinas Colino, la capilla del Hospital Provincial o la residencia de los Franciscanos. Gracias al cielo, los bloques proyectados por Jesús Carrasco parece que se salvarán de la salvajada.

Ya urgimos en otros momentos a la necesidad de conservar la antigua residencia de los Franciscanos, por su relevancia arquitectónica en sí misma pero también por su valor contextual en esta zona de expansión de la ciudad en los años 40. Efectivamente, antes de que los Franciscanos se instalaran en este inmueble, había prestado servicio como sede de la Delegación Provincial Sindical desde 1948, uso que se dio al edificio tras ser proyectado en 1945 para la Delegación Provincial de Abastecimientos. Su relevancia como arquitectura del Estado, su valor simbólico y la calidad de su factura se unen a la limpieza de su composición y la rotundidad de sus detalles, puestos de manifiesto en su triple pórtico y el balcón-terraza del ingreso, tal como destaca la magna obra de Álvaro Ávila. El edificio permanece en pie a pesar del maltrato al que se ha visto sometido últimamente, y sigue abierto a su conversión en un inmueble residencial de alta gama u hotel de la misma condición en el mejor de los casos, incluso a su acondicionamiento para viviendas, pero nunca a su derribo. Hoy, en manos privadas, continua alertándonos a todos, también al Ayuntamiento, qué duda cabe, para su protección y conservación. Porque si no, a este paso, será poca o casi nula la buena arquitectura de mediados del pasado siglo que dejaremos en Zamora como herencia a nuestros hijos.

Estos argumentos fundamentan que podamos afirmar que despejar la muralla sí, pero no a este precio. Y en este caso particular el precio a pagar es demasiado elevado. Con la firma de este convenio urbanístico el 6 de julio pasado parece que el futuro de este edificio está ya trazado. Un grupo político municipal se atrevió a subirse al carro de los nuevos edificios que algunos propusimos para su catalogación en el nuevo PGOU hace algo más de dos años, entre ellos este antiguo de los Franciscanos. Precisamente esta misma formación aplaude ahora este convenio particular, que conlleva el fáctico derribo de este inmueble, al hilo de espolear al Ayuntamiento para que no se vea obligado a expropiaciones en la muralla por sentencia judicial. Proteger la muralla -también en el barranco de la plaza Santa Eulalia con San Leonardo- sí, pero no a costa de otras buenas arquitecturas.