"Felipe". Así bautizaron anteayer al sanote pollo de águila perdicera anillado en Torregamones en una acción enmarcada dentro del nuevo Plan de Conservación de esta "vulnerable" especie que ejecuta la Junta de Castilla y León, a través de la Fundación Patrimonio Natural y gracias a la colaboración económica de la Fundación Iberdrola.

El nombre vino dado porque justo en el momento en que los especialistas efectuaban las mediciones biométricas del jovencísimo ejemplar, en una cómoda plataforma cuidadosamente dispuesta de los cantiles del cañón del Duero, y en un silencio casi monacal, sonó el walkie talkie de un técnico de Medio Ambiente emplazado en la vertiente portuguesa para informar del acontecimiento histórico de que "el rey de España Juan Carlos I había abdicado". "Pues al pollo le llamaremos Felipe" indicó uno de los presentes, con espontaneidad. Nadie de los que realizaban las mediciones del ave ni de los que observaban los manejos, sin apenas abrir la boca para no distorsionar la atmósfera y mitigar en todo lo posible las extrañas sensaciones de la cría, se tomó, en principio, en serio la noticia, que fue más bien recibida como broma.

El marcaje del pollo de águila-azor perdicera forma parte de las actuaciones comprendidas en el Plan de Conservación de la especie. Esta rapaz se halla "en situación crítica porque la población castellano-leonesa se ha reducido a la mitad en las dos últimas décadas" y solo cuentan con diecisésis parejas. Catorce repartidas entre Arribes zamorano-salmantinos, otra en la zona de Pereruela, y otra más en una Zona de Especial Protección para las Aves, en Burgos, "que comparte territorio con Álava y La Rioja", al decir de Víctor García Matarranz, técnico de Vida Silvestre del Ministerio de Medio Ambiente y uno de los mayores especialista

Para hacerse con el pollo y nutrir la ficha técnica del marcaje, con sus correspondientes datos morfométricos, biológicos y de anillamiento, fue preciso madrugar y acceder al lugar a través de los enredados pasos de la pendiente del cañón del Duero, solo pisados por la vida salvaje, y luego recurrir a cuerdas de alpinismo y arneses para descender por el cortado de la pared hasta alcanzar la hornacina que acoge el nido y su cría objeto de anillamiento.

El marcaje es una acción considerada vital por la situación que atraviesa la especie, y por tanto una de las esperanzas de futuro a la que agarrarse. En este caso es la única cría del nido. El habitáculo se halla enclavado en la repisa de un roquedo de vértigo, a un centenar de metros del agua del Duero. Medio Ambiente califica de importante que "el monitoreo anual de los territorios del águila perdicera incluya un muestreo para la observación de información sobre la dieta y condición física de los pollos, así como un marcaje que permita estimar la supervivencia preadulta a lo largo del tiempo".

Junto con esta cría zamorana, también se procedió a marcar los pollos habidos en otros dos nidos del arribe salmantino, continuando así con la colaboración establecida con el Departamento de Biología de la Conservación de la Universidad de Barcelona.

La operación fue realizaba bajo las directrices de Víctor García Matarranz, del Ministerio de Medio Ambiente y uno de los mayores especialistas en el trabajo de marcaje de aves del país, que llevó las riendas de los preparativos de los anclajes precisos para luego, mediante cordelajes de 50 y sesenta metros, hacer rapel hasta el lugar del nido. Estuvo acompañado en esta labor por el portugués José Jambas y el agente forestal Luis Pintado. Ellos fueron los responsables de coger el pollo de las entrañas del roquedo, subirlo hasta la plataforma de marcaje y reponerlo en su sitio, junto con un conejo dejado de regalo. El marcaje, las mediciones morfométricas, el anillamiento y la recogida de muestras biológicas corrió a cargo de Javier García y de la veterinaria Olga Alarcia Alejos.

Pasa a la página siguiente