Corría el año 50, cuando mis padres, mi hermana y yo, zarpamos un día. Con los ojos llenos de lágrimas dejamos atrás el viejo mundo, buscando horizontes y un porvenir que en nuestra querida España, en ese momento, no había. Con ese fin salimos de nuestra patria con otros zamoranos, que por el mismo motivo de nuestro terruño se alejaban y se nos unían en el mismo barco.

Dejamos atrás nuestras raíces ¡qué dolor tan grande! Yo con mi muñeca en brazos (único equipaje), vi sufrir a mis padres diciendo "adiós a su patria y a toda la familia que allí dejaban".

Muchos años pasaron y mis padres daban las gracias como inmigrantes a esta Argentina gran que les permitió trabajar y ver a sus hijas crecer y salir adelante, pero quería a su Zamora y con ella soñaban.

La vida y los años fueron pasando, mis padres envejecieron y nosotras maduramos. Soñábamos con volver algún día a la tierra que nos vio nacer. Nos hicimos socias del Centro de Castilla y León, por el hecho de estar cerca de otros zamoranos, contarnos nuestras cosas y de así estar "cerca" de nuestra España.

Después de muchos sueños y sueños, que era despertar y encontrarme con que sólo había sido un sueño, Don José Pérez Pinar, Presidente del Centro de Castilla y León, citó a mi hermana, María del Pilar, para decirle que se preparara que con otros zamoranos más, iba a viajar a España. ¡Cuánta alegría! Después de tantos años lograr ver a nuestra familia.

El Sr. Pérez Pinar manifestó que se había concretado una idea que él hacía tiempo venía solicitando a las Autoridades de la Diputación de Zamora, y que consistía, en que los zamoranos residentes en Mar del Plata, tuvieran la oportunidad, como ya ocurre en Buenos Aires, que los españoles, que hacía ya 50 años o más que habían venido de España, sin haber podido regresar, volvieran a su patria invitados por la Diputación de Zamora.

Don Pérez Pinar, como Presidente del Centro de Castilla y León en Mar del Plata, activó mediante su buena voluntad para que eso ocurriera con todos los emigrantes zamoranos, salmantinos, burgaleses y leoneses que habitamos estos lugares.

Y así ocurrió, como lo habían prometido. En agosto de 1998 mi hermana viajó a España, en ese momento asistió, junto con las Autoridades de Zamora, a la inauguración de la estatua del emigrante en Fermoselle, que de ahí en más, sería símbolo que identificaría a todos aquellos que un día dejamos nuestro terruño y sufrimos el desarraigo que tanto dolió en su momento.

En el mes de abril del 2004, el Excmo. Sr Presidente de la Diputación de Zamora, Don Fernando Martínez Maíllo, visitó Mar del Plata con el fin de conocer y dialogar con todos los zamoranos que vivimos aquí y ciudades del interior. Lo acompañaron en esta gira, Don José Luis Bermúdez Lorenzo, Diputado Delegado del Área de Bienestar Social, Igualdad de Oportunidades y Consumo, Don Juan Andrés Blanco Rodríguez, Director de la Universidad de Educación a Distancia Centro de Zamora, Don Jesús Sandín Blanco, Jefe del Servicio de Archivo y otras personas más, como secretaria, periodistas, cameramas, etc.

El Presidente del Centro de Castilla y León, Don José Pérez Pinar y Comisión Directiva, agasajaron a los visitantes con una cena servida en los salones de la Institución. La misma fue un éxito y las instalaciones estuvieron totalmente colmadas de zamoranos que nos reunimos para recibir a estos dirigentes y darles un recibimiento digno de representantes de nuestra lejana patria, que por primera vez visitaban a los inmigrantes zamoranos.

Don Fernando Martínez Maíllo, fue quien dio el puntapié inicial de estas visitas. Con mucho cariño lo recordamos, porque fue él quien se acordó que allende los mares, también existen zamoranos, por ese motivo, la colonia zamorana les estará eternamente agradecida al Excmo. Presidente de la Diputación de Zamora. Y es así que después de tantos años volvimos a saber de nuestra querida tierra. En octubre del mismo año, 2004, junto a otros zamoranos viajé yo, María Luz Domínguez Vaquero, invitada por la Diputación de Zamora.

En virtud a todo lo vivido durante mi estadía, quiero agradecer a través de esta humilde pero emotiva carta.

Lo que sentí cuando pisé tierra española, mi tierra, mi patria, me invadió una emoción tan grande que no puedo descifrar. Me hubiera gustado que mis padres hubieran estado para compartir juntos tanta felicidad.

No hay palabras para poder agradecerle todo el cariño y atenciones que me dieron en mi estadía en Zamora. Presidente y Diputados, se preocuparon en hacerme recorrer viejos caminos no olvidados, cargados de aromas y recuerdos. Hoy estoy segura que fue mi sueño hecho realidad. A partir de ese día que nos visitara Don Fernando Martínez Maíllo, aquí en el Centro de Castilla y León, ha tenido mucha repercusión y no cesan de aparecer zamoranos de todo alrededor de Mar del Plata a preguntar, a enterarse, a hacerse socios y somos tantos que la Institución crece día a día y se embellece por todos los que la visitan.

Agotado ya mi agradecimiento, por todo lo experimentado, lo recibido y lo vivido en mi patria sólo me queda despedirme de todos lo que hicieron esto posible.

Que Dios los bendiga y aliente para seguir dando tanta alegría a zamoranos que como a mí, lograron hacerme realidad mi sueño.

Jamás de ustedes me olvidaré.