Concha Bartolomé, centenaria de Zamora: "Anduve al estraperlo y nunca me pillaron"

Una cesta especial servía para trasportar doce litros de aceite por viaje sin levantar sospechas

Concha Batolomé (en el centro justo debajo del 100) posa en el Centro de Día Zamora.

Concha Batolomé (en el centro justo debajo del 100) posa en el Centro de Día Zamora. / JOSE LUIS FERNANDEZ

Carlos Gil Andrés

Carlos Gil Andrés

"Le voy a decir, anduve al estraperlo. Traía aceite de oliva de Casas del Monte (Cáceres) en el tren. Bueno, la traje de allí y de muchos sitios. Como el tren no me costaba nada (los ferroviarios podían viajar gratis) aproveché". Concha Bartolomé saca algunos recuerdos de la memoria en el día que cumplía los cien años. Eran épocas de penurias, "aunque a mi nunca me faltó", donde había que buscarse la vida intentando sortear las restricciones del régimen en unos momentos de escasez, por lo que el estraperlo, además de un comercio ilegal que proporcionaba beneficios a quien lo practicaba, era también útil al resto del vecindario, que podía así conseguir alimentos que no llegaban de otra forma.

Concha Bartolomé, durante el homenaje

Concha Bartolomé, durante el homenaje / JOSE LUIS FERNANDEZ

La Ruta de la Plata, el ferrocarril que vertebraba el Oeste de España era el medio ideal para ir a buscar el aceite a las zonas productoras de Extremadura, un aceite de buena calidad que escaseaba por la provincia, por lo que la actividad de Concha en esos tiempos era muy bien vista por sus vecinos.

Una cesta con agujas

Concha tiraba de astucia y conseguía llevar a buen puerto el estraperlo sin que la Guardia Civil le echara el guante. "No recuerdo que época era, después de la guerra. Lo vendía a los del pueblo que estaban deseando que llegara. Era aceite buena de oliva".

¿Cómo se las apañaba para llevar el aceite sin que le importunaran los guardias? "Le voy a decir, en una cesta de cierre, a la que tenía puesta así, a las orillas de los lados, agujacos que picaban. Y cuanto iban a registrar, me acuerdo ahora y me río, metió la mano ahí el guardia y se picó. Me dijo, ¿qué lleva usted ahí?. Digo, que voy a llevar, lo que tengo que llevar. Cierre usted. Nunca me pillaron. Eran doce litros los que cabían en la cesta. Iba por la noche, la vendía luego por la mañana y volvía a salir por la noche, como no me costaba el billete, aprovechaba. ¿Qué iba a hacer?".

La anécdota llegaba a la mente de Concha Bartolomé en un receso del homenaje que le rindieron en el Centro de Día Zamora al que acude y en el que participaron sus compañeros y las cuidadoras.

Concha nació el 16 de febrero de 1924 en Moreruela de los Infanzones, donde vivió sus primeros años de vida, aunque pasó un tiempo en un colegio de Algorta, en Vizcaya. "Me casé con mi marido (Ramón) que era ferroviario estuvimos en Cubillos en el apeadero. Al pie estaba una casilla y ahí fue donde vivimos siempre".

Un apeadero que, recuerda, tenía mucha actividad. "En Cubillos subían y bajaban viajeros, porque todos los trenes paraban allí, salvo los que eran de mercancías, los demás todos. Allí estuvimos muchos años. Luego ya me marché y estuve de Cubillos a Zamora pero soy de Moreruela de los Infanzones".

Tuvo dos hijos Paquita y Seve

Comer normal

¿Qué hay que hacer para llegar a cien años? "Pues comer normal, porque entonces se comía normal. Antes se comía lo que se tenía". En realidad no existe una razón que explique la mayor longevidad: "es la vida".

La verdad es que Concha Bartolomé llega a los cien años de edad en un estado de salud envidiable tanto física como mentalmente. Incluso se colocó la banda de reina de las fiestas para hacerse la foto oficial del centenario y disfrutar, después, de la fiesta que le habían preparado en el centro.

Aunque los usuarios del Centro de Día Zamora son más "jóvenes" de Concha, muchos quisieran estar como ella, ya que a pesar de que piensa que no es capaz de precisar bien las épocas en la que sucedieron tantos recuerdos.

Concha Bartolomé se une a los aproximadamente 157 centenarios que viven en estos momentos en la provincia de Zamora. Para llegar a tales edades conviene ser mujer lo que da más posibilidades para lograrlo, ya que las centenarias casi cuadruplican a los centenarios. De hecho, son 116 las mujeres que han llegado al siglo o lo han superado en la provincia, frente a los 41 hombres.

Llegar además en plena lucidez es un motivo de satisfacción para los compañeros y familiares de Concha, que le tienen en una gran estima.

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