Muere de un infarto el músico zamorano José Quintas a los 61 años

El intérprete de jazz, que vivía en San Sebastián y ofreció conciertos en la capital, es hijo del prestigioso fotógrafo de Zamora Ángel Quintas

José Quintas durante una actuación con su grupo de jazz.

El músico de jazz zamorano José Quintas, el segundo hijo del pretigioso fotógrafo de la tierra Ángel Quintas, ha fallecido el 5 de agosto mientras hacía una ruta en bicileta por el pirineo, en Huesca, si bien el entierro no ha tenido lugar hasta este día 8 en Vitoria, donde se afincó la familia cuado él tenía 16 años y donde viven sus hermanos Víctor, Juan y David. En esa ciudad está enterrado su padre.

Un infarto fulminante se llevó por delante a aquel niño que tuvo siempre muy clara su vocación: "Ser feliz". La respuesta "define" la filosofía de vida que ha acompañado a aquel pequeño José que dejó asombrado a su profesor del colegio de Zamora cuando preguntó a los alumnos que querían ser de mayores. "Fue el único que contetó así, los demás decían médico, maestro..., pero mi hermano solo quería ser feliz", cuenta Miguel Ángel Quintas, el afamado fotógrafo también zamorano, que habla desde su casa de Fresno de la Ribera.

José Quintas toca el contrabajo en un concierto.

José Quintas toca el contrabajo en un concierto. / Cedida

El hermano mayor, el único que regresó a la Zamora natal, muy afectado por la pérdida del segundo de la saga Quintas, destaca ese alma libre de su compañero de juegos y cuenta que "es el único de los cinco hermanos que no siguió los pasos de mi padre". Miguel Ángel, cuatro años mayor que el fallecido, trae a su memoria a la persona enérgica, "alegre, capaz de ponerse a tocar su bajo o su contrabajo en cualquier situación, lo recuerdo con un bañador amarillo", una imagen que le arranca esa risa socarrona que caracteriza al fotógrafo zamorano.

Pero, sobre todo, era "muy querido". Mucho en el ámbito musical de Vitoria y de San Sebastián, tanto que se rifan su lugar de nacimiento, "que fue Zamora", remarca Miguel Ángel que no duda en afirmar que "mi hermano era un virtuoso".

El adiós con un concierto improvisado de sus alumnos

Ese lamento por la muerte del profesor y del amigo, del músico, se desplegó en su despedida, que tuvo lugar en la capital alavesa, multitudinaria, un acto "entrañable. Me quedé sorprendido de la cantidad de gente que acudió, de la presencia de muchos alumnos" que pasaron por sus manos en el Conservatorio de Música de San Sebastián, ciudad a la que se trasladó en el año 1990 para continuar con su carrera como profesor de guitarra y como músico de jazz.

Un concierto improvisado por sus pupilos, sus "cachorros", como dicen que les llamaba, dio el último adiós al genio, al admirado profesor y músico. No faltó la voz de Leire, la cantante que le acompañaba en sus actuaciones junto al otro músico, Joseba. El homenaje incluyó esas palabras de cariño y de recuerdo a "una persona buena", sin dobleces y que se bebía la vida a borbotones, al hermano.

El músico de jazz zamorano con su grupo un concierto que ofreció en el Avalon.

El músico de jazz zamorano sonriente, con el contrabajo, con su grupo tras un concierto que ofreció en el Avalon. / Cedida

Huella en Zamora

La misma huella ha dejado en Zamora. Tenía su templo en el Avalon café, donde no dudaba en subirse al escenario para sumergirse en las notas del jazz junto a su grupo, "tuvo muchos", puntualiza su hermano. Era parada oblitatoria la visita al dueño del local, Álvaro de Paz, y amigo, "le voy a echar mucho de menos".

Las conversaciones giraban entorno a lo que más les gustaba a los dos, "nos contábamos lo que andábamos haciendo de música cada uno o los problemas que teníamos con las pastillas de los contrabajos para que sonaran más reales".

Quienes le conocieron destacan su buen humor, "era súper agradable", declara Álvaro, que destaca otra de las características que distinguían a José, "era muy discreto, pasaba totalmente desapercibido". El amigo cuenta que "le gustaba mucho viajar en moto, salía sin ruta fija y paraba en el lugar que le llamara la atención".

El profesor le habló de sus alumnos en muchas ocasiones, "le encantaba ver cómo evolucionaban". Su dedicación a la docencia iba más allá de impartir una asignatura de guitarra en el aula, "intentaba organizarles siempre actividades que les motivaran dentro del mundo de la música", continúa relatando Álvaro.

Los viajes, las motos, la libertad y el jazz, "era muy amante del jazz", agrega el hostelero zamorano, "pero muy receptivo a cualquier música nueva para él". Esas eran sus pasiones, le gustaba la noche, añade su hermano, como buen bohemio.

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Miguel Ángel recuerda ese "apego a la vida" de José, "su alegría, ¡le encantaba vivir!". Se dirigía a Barcelona para ver a una amiga cuando murió en pleno monte, otro de sus templos, la naturaleza. Se fue en pleno pirineo mientras disfrutaba de es brutal paisaje.

En Zamora, le recuerdan sus amigos y sus compañeros del colegio Corazón de María, y de Los Bolos, quienes, como él, empezaron en la música con el profesor de guitarra que enseñaba en la calle de Viriato. Y sus admiradores zamoranos como gran jazzista.

Los medios de comunicación vascos se han hecho eco de esta pérdada para ese mundo de luces y sombras que acompaña a quienes se dedican a un oficio tan incierto.

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