Tras su regreso puntual a Monfarracinos, su tierra natal, Pedro Rosón vuelve a Perú para seguir contribuyendo a la construcción de un mundo mejor. A sus 71 años, este querido cura vuelve a cruzar el charco para continuar su labor en el asilo de una localidad cercana a la ciudad de Chimbote que atiende a personas marginadas, desde niños hasta ancianos.

La construcción de un salón de usos múltiples convertible en una pequeña capilla los domingos es una de sus últimas aportaciones. "Viven en unas condiciones ínfimas y su sala de estar estaba en condiciones bastante inhumanas, por decirlo en una palabra", comenta. En el horizonte, el párroco zamorano prevé transformar un pabellón en una enfermería que vele por la salud y la privacidad de los atendidos. "Hay treinta personas en un pabellón sin servicios higiénicos, ni duchas, ni enfermería. Los que mueren tienen que morir junto a otros. Ni siquiera tienen intimidad para ese último momento de su vida. Pero afortunadamente, un señor de Madrid lo va a financiar totalmente y el plazo de ejecución se estima como el nacimiento de un niño, unos nueve meses", compara.

Don Pedro comenzó su periplo en territorio latinoamericano en 1984. Y tres décadas después, la transformación de la situación no ha sido la más esperada. "La evolución es muy lenta porque son personas que no cobran pensión de ningún tipo y nosotros aquí tampoco recibimos ayudas estatales, entonces los medios económicos vienen siempre de donaciones para ir subsistiendo", explica.

Ya son cuatro las misiones que acumula y reconoce que cada experiencia le ha ayudado mucho personalmente. "El Pedro que soy yo no lo sería sin haber pasado por las misiones. Las circunstancias difíciles de la vida van modelando a cada uno y cobrando la dimensión profunda de nuestro ser cristiano y de su ser misionero como Iglesia", manifiesta.

A su juicio, "el progreso, el dinero y el bienestar atrofia de alguna manera muchos sentidos". Y como consecuencia, vivimos en una sociedad en la que reina la "indiferencia social, política y religiosa". ¿Religiosa? "Sí, en este momento no podemos estar dando las mismas respuestas que dábamos hace treinta años porque el contexto ha cambiado mucho. No podemos seguir manteniendo los pueblos con la asistencia que se tenía hace treinta años. Antes había un cura en cada pueblo y hoy tienen quince o veinte pueblos. La respuesta no puede ser la misma", defiende.

Su nuevo proyecto se suma a los ya realizados anteriormente como el internado creado en Chachapoyas, departamento de Amazonas, donde estudian chicos que viven en la cordillera de Los Andes "que estaban a doce y catorce horas de camino a la ciudad", recuerda. "El que todos los años salgan do s o tres estudiantes con una formación de carrera me parece que es muy gratificante porque todo lo que se haga en estos países de desarrollo y cultura es el mayor servicio que podemos prestarle. Además, estos chicos vuelven a sus pueblos y ellos aportan a su entorno por lo que tiene un efecto multiplicador".

Pese a su implicación humana en Perú, Pedro seguirá regresando cada verano a Zamora. "Soy el pequeño de 8 hermanos, mis hermanos son mayores y venir a visitarlos es la única forma de agradecerles lo que hicieron por mí", reconoce.