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María José Martínez Ruiz | Profesora de Historia del arte en la Universidad de Valladolid

María José Martínez Ruiz: "En la Catedral de Zamora hubo voces contrarias a la venta de su patrimonio"

"El arcipreste Tascón, un adelantado a su tiempo, se opuso a enajenar las arquetas árabes porque creía que la Iglesia no podía disponer libremente de sus bienes"

María José Martínez Ruiz: "En la Catedral de Zamora hubo voces contrarias a la venta de su patrimonio"Foto Nahuel Ibáñez

La profesora de Historia del arte de la Universidad de Valladolid María José Martínez Ruiz es una de las mayores expertas en expolio artístico y coleccionismo en Castilla y León. El viernes detalló ante los alumnos del curso Arte en Zamora de la UNED los avatares sufridos por elementos tan conocidos como la colección de tapices flamencos de la Catedral o el viaje de tablas del siglo XV a Estados Unidos. Pese a haber publicado varios trabajos exhaustivos sobre el comercio del arte a principios del siglo XX, Martínez Ruiz reconoce que "aún nos queda mucho por estudiar".

-En nuestros días, a nadie se le ocurriría acudir a la Catedral de Zamora y hacer una oferta por alguna de sus piezas artísticas, pero hace un siglo esto fue algo habitual, ¿verdad?

-Era algo habitual tanto en Zamora como el resto de catedrales y diócesis de Castilla y León. La diferencia es que en unas provincias existían más facilidades que otras para la venta. Lo que quizá si hace que Zamora sea un caso singular es que en ocasiones en esta diócesis no se tomaban las decisiones por unanimidad como en otras instituciones, hubo voces contrarias de personas que no estaban de acuerdo con los objetos que se iban a enajenar. Es el caso de las arquetas que hoy están en el Museo Arqueológico Nacional. Hubo un voto contrario, el del arcipreste Tascón. Deliberadamente, quiso dejar constancia de que no estaba de acuerdo con lo que se iba a hacer y manifestó su oposición en el cabildo.

-¿Explicó el señor Tascón sus razones?

-Consideraba que la Catedral no podía disponer libremente de esos bienes.

-La colección de tapices pudo desaparecer al completo, ¿eran objetos muy preciados?

-Los tapices se fueron vendiendo desde los primeros años del siglo XX. La Catedral tiene una colección muy rica, pero podía serlo aún más con esas piezas que desaparecieron. La sociedad zamorana fue muy sensible a este problema y cuando apreciaron que algunas de las obras no fueron expuestas en la festividad del Corpus, el descontento se llevó a la prensa y surgió una notable polémica entre El Correo de Zamora y El Heraldo.

-¿Cuál era el modus operandi tras estas ventas?

-Ciertos anticuarios concurrían a la Catedral, realizaban ofertas y los cabildos barajaban la posibilidad de vender o no. En ocasiones, las autoridades eclesiásticas ofrecieron determinadas piezas habida cuenta de que despertaban el interés de los comerciantes. Una buena estrategia era esperar, porque eso contribuía a que los anticuarios pujaran más y aparecieran mejores ofertas. Algunos agentes de antigüedades, como es el caso de León Levi, se presentaban como fabricantes y vendedores de ornamentos. Ofrecían su mercancía nueva para que la diócesis no tuviera que hacer un buen dispendio para adquirirla y proponía un intercambio. Era una estrategia muy buena: Levi llegaba incluso a presentar una lista de los objetos que le interesaban del templo en cuestión.

-¿Ha podido constatar la presencia de Levi en Zamora?

-En efecto, León Levi estuvo en la Catedral. Recorrió todas las provincias de Castilla y León. En Zamora hizo proposiciones para adquirir "objetos inservibles". Sabemos que poco después de la oferta de Levi, el Cabildo trató la enajenación de dos tapices.

-De nuevo, los tapices?

-En los primeros años del siglo XX, los tapices no es que fueran especialmente estimados en el contexto español, pero lo tuvo muy fácil para hacerse con este tipo de piezas.

-¿Qué otros bienes ha podido identificar en Zamora?

-Otro de los objetos más preciados en este periodo fueron las tablas pintadas del siglo XV procedentes de retablos, muchos de ellos ya retirados. Fueron intensamente buscadas por toda la diócesis porque interesaban en el mercado. Salieron tablas de Fernando Gallego y del maestro de Toro Lorenzo de Ávila, que acabaron en colecciones nacionales e internacionales. Hay pinturas de De Ávila con la colección Lázaro Galdiano de Madrid y otras de finales del XV y del XVI las encontramos en la colección Masaveu de Asturias. Un ejemplo interesante son las obras de Nicolás Francés que terminaron en el Museo Nacional de Arte de Cataluña y en Cincinnati, parte de un retablo de la iglesia de San Miguel de Villalpando.

-Hay otros casos bien conocidos como San Leonardo en la capital y Santa Marta de Tera?

-El relieve de Santa Marta fue destacado en el catálogo por Gómez-Moreno y vendido en 1927 con el visto bueno de la diócesis de Astorga a la que correspondía el templo. Hoy se encuentra en el museo de Rhode Island. También he recogido una escultura orante de Alonso de Mera procedente del convento de San Pablo que se encuentra en el Fine Arts Museum de Boston y que acaba de ser identificada por Sergio Pérez Martín como obra de Montejo. De todos es conocido el caso del León de San Leonardo, que está en Los Claustros de Nueva York.

-¿En qué consistió la polémica del Palacio de las Leyes de Toro?

-Es un ejemplo muy interesante de un fenómeno repetido en todo el país de oposición de la sociedad a medidas adoptadas por regentes y particulares respeto a decisiones sobre el patrimonio. La prensa zamorana recogió los planes para la venta de la portada y eso acabó provocando que se abortara la operación. Se fue despertando una sensibilidad en la sociedad a través de los periódicos que tuvo su repercusión en ocasiones.

-Hubo también personajes que lideraron una lucha contra la venta de objetos. Esta semana Josemi Lorenzo y Sergio Pérez Martín han hecho públicas las primeras conclusiones tras revisar la correspondencia inédita de uno de los más significativos, Manuel Gómez-Moreno?

-Gómez-Moreno conocía muy bien la provincia de Zamora, de la que escribió el catálogo, era muy sensible a la desaparición de obras de arte y tomó parte cuando desde la diócesis se planeó vender algunos objetos, como las arquetas, aunque fue puesto en el ojo del huracán por destapar la existencia de aquellos cofres. Él sí mostró su compromiso por evitar la salida de tesoros artísticos del país y, cuando pudo, tomó medidas. Es el caso de las tablas desmontadas en San Román de Hornija -provincia de Valladolid pero diócesis de Zamora- y cuando tuvo noticias de que iban a ser vendidas, llamó la atención del Patronato del Museo del Prado para que las comprara. Cuando llega a la Dirección General de Bellas Artes, con Elías Tormo como ministro de Instrucción Pública, revela su preocupación por la salida de bienes. Pero también es verdad que, cuando él ocupaba un papel destacado en las reales academias en los años cincuenta, se produjo la salida del ábside de Fuentidueña a Estados Unidos.

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