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- ¿Tuvo el caso de Zamora alguna singularidad más?

-Zamora contaba con un patrimonio muy herido por la ocupación francesa y las desamortizaciones, algo que no la hace diferente de otras regiones. La pérdida constante en el ámbito eclesiástico se reconoce también en otras provincias. Lo que sí hace diferente a Zamora es que no ha visto desaparecer conjuntos monumentales completos como sí ocurrió en Segovia o en Guadalajara. En todo caso, las desapariciones han llegado hasta la actualidad, con la pérdida en los años noventa de algunos libros del Archivo Diocesano.

- Su estudio y el de su colega José Miguel Merino de Cáceres ha vertido mucha luz sobre este fenómeno, ¿nos queda mucho por conocer?

-Queda mucho por descubrir. Cuando inicié mi tesis doctoral, a finales de los noventa, no había apenas referencias. Estaban los artículos de Elías Tormo o de Gaya Nuño hablando de la pintura y otros bienes artísticos que viajaron fuera del país. Luego figuraban los trabajos de Merino de Cáceres relativos al monasterio de Sacramenia y al hispanista Arthur Byne. Por eso tuvimos que crear una metodología de trabajo para abordar todo lo que había que estudiar. Hoy, esa parquedad de referencias se ha solucionado. Son diversos los historiadores que trabajan en este fenómeno en todo el país porque ha ido ganando en interés.

- Mucho que explorar y polémicas que no cesan, como el caso de las pinturas del monasterio aragonés de Sijena?

-Estamos en un momento en el que ha crecido y se ha renovado el interés por el patrimonio. Se producen reclamaciones de obras que están en lugares no originales, parte de una tendencia internacional que en España no ha tenido la misma intensidad. Es el caso de los tesoros expoliados por el III Reich a coleccionistas de origen judío que han llegado a los tribunales y que además han despertado una amplia literatura. El debate se viene produciendo desde hace décadas sobre bienes que salieron de Egipto o de Grecia y cuál ha de ser el lugar adecuado.

- ¿Usted está a favor de la devolución de bienes que están hoy en museos o apuesta por una solución intermedia como la autorización de réplicas para ocupar espacios originales, como el caso del sepulcro de alabastro de la Cartuja de Miraflores en Burgos?

-La reposición de la imagen de Santiago en la Cartuja me hizo mucha ilusión porque es un caso que había rastreado. Es un diálogo interesante, pero depende de cada episodio. Es necesario no dejarse llevar por la manipulación o por intereses políticos. Siempre será más interesante conocer la historia que hay detrás de cada caso. A veces escucho hablar de "robo" cuando en realidad se trataba de ventas en las que quienes nos han precedido quisieron hacer negocio.

- ¿Cree que ese interés por el patrimonio puede generar, a su vez, un tirón turístico suficiente en ciudades como Zamora?

-Zamora y el resto de Castilla y León tienen en el patrimonio su principal riqueza histórico-artística. Gómez-Moreno, Elías Tormo o Ricardo de Orueta ya hablaron en su época de nuestros templos como estímulo. Ahora necesitamos profesionales, expertos en Historia, que potencien la proyección y la gestión de todo ese legado que en algunos lugares continúa infravalorada y desconocida. La mitad del patrimonio histórico-artístico está en Castilla y León y otros, con menos, saben sacar mayor partido.

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