Los derechos universales del niño se están empezando a incumplir también en el Primer Mundo debido a la crisis. La psicóloga Laura Pérez enumera la falta de alimentación o los problemas en la familia como ejemplos y apuesta por una enseñanza de los valores desde la infancia para superar esta situación.

-¿Son conscientes los niños de los derechos que tienen?

-Más que conscientes, creo que lo poco que se les intenta inculcar en el colegio es lo que se les queda, aunque luego apenas se traslada a la práctica.

-¿Quién se debería encargar de este aspecto?

-Esta labor empieza en las escuelas y las familias. Las promulgación de las leyes está muy bien, pero la educación comienza en casa. Si los padres inculcan unos valores y normas de convivencia y educación, es más sencillo que estos derechos se lleven a la práctica. Hay que trabajarlo cuando se es pequeño, porque se absorbe todo lo que se ve y realmente empiezan un aprendizaje por observación en las figuras de referencia. En las escuelas se le podría dar esa información sobre la convención de los derechos de los niños, aunque adaptada en una versión más sencilla, para que lo puedan entender.

-¿Los derechos universales se cumplen en el Primer Mundo?

-No del todo. Quizá hace ocho años el derecho a la alimentación estaba cubierto, pero desgraciadamente ahora no es así. Muchas familias están en el umbral de la pobreza porque no tienen ni los alimentos básicos ni incluso los recursos necesarios para comprar el material escolar.

-¿Qué otros problemas son ya una realidad aquí?

-Uno de los que más me preocupa es el acoso escolar, cada vez más presente en las aulas. Habría que comenzar a estudiar este problema con el profesorado, porque creo que el tema todavía carece de la importancia que realmente tiene. La discriminación en cuanto a la discapacidad con el tema de la esterilización forzosa en niños discapacitados, el maltrato en el ámbito familiar o la pornografía infantil son otros problemas importantes de la sociedad actual que afectan directamente a los niños.

-¿Sus derechos se han recortado o relegado por la crisis?

-Desde luego. Uno de esos derechos es el de la familia. Debido a la actual situación, han aumentando hasta dos millones el número de niños en el umbral de la pobreza, alcanzando ya al 33% de esta población. Esto genera muchísimo estrés en los niños, por la situación que ven en casa, pero también en los padres, porque además de estar sin trabajo, sufren por cómo esto está afectando a sus hijos. Es la pescadilla que se muerde la cola.

-¿Cómo afectan estos cambios en la infancia?

-Son niños que están sufriendo cambios en su alimentación y quizá tampoco tengan medios para comprar material escolar. Por todo ello dejan de hacer actividades extraescolares o de ocio y eso genera el rechazo de los compañeros, que terminan aislándolos del grupo. Además, son pequeños y no pueden superar estas situaciones tan bien como un adulto, que ya tiene sus propias herramientas para salir delante de ese momento grave. Les puede llegar a generar incluso traumas que producen toda una sintomatología cuando son mayores, como problemas de ansiedad o depresión por esa situación de crisis que están sufriendo.

-¿Aislarlos en una burbuja sería una solución?

-No tanto como eso, aunque también depende de la edad que tengan. Pero no puedes tener a un niño aislado de lo que pasa a su alrededor. El niño tiene que ser en cierta manera consciente de la situación de su casa. Se pueden omitir ciertos aspectos para evitar sufrimiento, pero explicándole al menos parte de la situación. Tanto aislarlo como plantarle directamente ante el problema es pernicioso.

-Desde su experiencia, ¿estas situaciones les llevan a madurar antes?

-Ese es el lado positivo, que son niños que maduran mucho más rápido por lo que tienen que hacer frente del día a día. Ponen en funcionamiento toda una serie de recursos y mecanismos a nivel cognitivo y madurativo para salir de esa situación, algo que en una etapa normal serían recursos que se quedarían latentes, porque no se han tenido que ponerse en práctica.