No se conectan a la red, no llevan pilas ni hay necesidad de tener un ordenador de última generación. El único requisito es tener un grupo de amigos. Solo así se puede disfrutar de los juegos infantiles más tradicionales, que estos días se están recuperando en el salón de actos del Museo Etnográfico de Castilla y León, a través de un taller en el que participa una decena de niños con edades comprendidas entre los cinco y los doce años.

«Algunos juegos ya los conocen, como los chapetes, las canicas o la peonza, que ha vuelto a estar de moda. Incluso nos enseñan nuevas técnicas para bailarla», reconoce Alberto Marbán, uno de los monitores del taller didáctico. Sin embargo, la sorpresa es mayúscula con otros elementos tan sencillos como un trozo de lana para hacer formas o los huesos de taba. «Alguna niña ya ha pedido los suyos al carnicero», comenta el monitor.

Además de conocer estas nuevas formas de diversión que parecen no pasar de moda y de las que han disfrutado los niños de varias generaciones, otro de los objetivos de este taller es fomentar la comunicación con los padres y los abuelos, a quienes preguntan sobre estos juegos para luego ponerlo en común con el resto de los compañeros.

El mismo museo tiene sus propias vitrinas dedicadas a los juegos antiguos, que también han visitado los niños. Allí proliferan los juguetes con los que se imitaban los oficios de los mayores, desde las palas, aventadoras o carros para ellos o las cocinitas y los cacharros de barro para ellas. «Era una manera de enseñar desde pequeños los trabajos que seguramente desempeñarían cuando fueran adultos, en consonancia con sus padres», explica Marbán.

La tradición oral también juega un papel esencial en estos pasatiempos infantiles, como explica otra de las monitoras, María Prieto, quien se encargará hoy de enseñarles los juegos de corro, desde «Antón Pirulero» hasta «La zapatilla por detrás». «Algunas canciones ya las saben, pero otras no, porque ni siquiera se las enseñan en los colegios. Es una buena oportunidad para aprenderlas y que este verano se las enseñen a sus amigos», apunta. Una manera de ayudar a que estas tradiciones se mantengan.