En el libro «Saber que se puede», Irene Villa contó hace una década cómo la ilusión de vivir puede ayudar a una persona a superar un trauma por profundo que sea. El suyo tuvo lugar en octubre de 1991 en Madrid, cuando una bomba se llevó por delante sus piernas cuando iba en coche al colegio con su madre. Su experiencia le llevó a ser la voz de las víctimas en Madrid durante años, aunque en 2007 cedió el testigo a otros afectados para «dedicarme al deporte y a mi familia». Hoy es una mujer casada, madre y periodista. Ayer fue la madrina de la iniciativa solidaria de la Asociación de Enfermos de Alzheimer de Zamora.

-¿Dónde arranca su relación con Zamora?

-Fue el gobernador civil de entonces, Ángel Gavilán, el responsable de que viniera a Zamora. Pero el primer encuentro fue en Salamanca, cuando yo tenía 14 años y me pusieron el traje charro. Me dijo que me invitaría a la Semana Santa de Zamora para conocer «lo más hermoso» del país. Pero no solo a mí, sino a toda mi familia, para alojarnos en su casa, el Gobierno Civil. Vine con mi hermana y mi madre y pasamos una semana extraordinaria, estudiando para los exámenes de BUP y viendo las procesiones. Aquello fue inolvidable.

-Y esta vez ha venido para amadrinar esta iniciativa de la Asociación de Enfermos de Alzheimer de Zamora?

-Me pidieron colaborar y nunca digo que no a una causa solidaria, es el tiempo mejor invertido.

-Cada cual sabe qué hacía cuando usted sufrió aquel horrible atentado en 1991, ¿qué ha sido de aquella niña que hoy ya es mujer y madre?

-De aquella niña queda la ilusión por vivir, que afortunadamente ninguna bomba me la pudo quitar. También el entusiasmo y la alegría; y el deporte, que tanto significaba para mí. Nuestra fundación hace muchísimo por personas que tienen alguna discapacidad física, psíquica o sensorial, que pueden reintegrarse en la vida a través del deporte. Hubo un tiempo en que mi vida se truncó cuando estaba centrada en la rehabilitación en el hospital, pero hoy en día tengo piernas casi de verdad, compito, viajo y tengo un hijo maravilloso que va a cumplir diez meses.

-¿Irene Villa ha superado su pasado?

-Si tú no superas lo que te ocurre no puedes tener un presente feliz.

-Hay personas con problemas menos severos y no consiguen levantar la cabeza?

-Lo que no te mata, te fortalece. Mi vida estuvo en pausa durante un tiempo, pero las cosas están ahí para hacernos más fuertes. Si no me hubiera pasado aquello, no hubiera conocido al que hoy es mi marido en una actividad de deporte adaptado. Uno acaba descubriendo con el tiempo el «para qué» de las cosas.

-Usted ha crecido y el país ha cambiado, ¿cómo esta España en la que el problema de ETA ha quedado en un cuarto o quinto plano?

-Ojalá que el terrorismo desaparezca por completo, pero, como española, veo un país en el que los jóvenes están en el paro y se tienen que ir fuera. Veo parados y dificultades económicas, que, por otro lado, hacen que surja lo mejor de cada persona como son los valores humanos: el esfuerzo, el compromiso, la ayuda o el amor. Veo un país que saldrá adelante, no queda otra.

-Hubo un tiempo en el que su caso ponía cara al problema vasco?

-Y eso que no teníamos nada que ver con la guardia civil, la policía o con los vascos. Mi madre tan solo trabajaba en una comisaría en Madrid. Nunca nos hemos orientado al problema de ETA, aunque yo fui durante mucho tiempo la voz de quienes no la tenían. Hace tiempo que dejé el legado a otras víctimas del terrorismo. Mi vida ahora es el deporte y mi familia.

-¿Cómo se supera esto?

-Sin rencor, por supuesto. La Justicia ha de hacer justicia y el Gobierno no puede perdonar, quien ha de hacerlo es la víctima. Y ha de hacerlo para poder seguir viviendo. Si tienes rencor en el corazón, no puedes salir adelante y el ejemplo está en mi casa. Han pasado más de veinte años del atentado, no ha habido ni culpables ni condenados y mi padre no puede contener la rabia: el único que sufre es él.