Es más que probable que el hombre detenido ayer por irrumpir con una pistola y retener a los cinco empleados de la oficina de Allianz Seguros en la calle Santa Clara ingresará con toda probabilidad en prisión, tras prestar declaración ante el juez, por la gravedad de los hechos que protagonizó, que implican la imputación por posible intento de robo con violencia, retención ilegal (secuestro) y tenencia ilícita de armas, todos penados con cárcel.

El riesgo en que puso la vida de las cinco personas que tomó como rehenes, a las que mantuvo encañonadas durante hora y cuarto, con amenazas de muerte, constituye una infracción grave, así como lo que podría ser considerado como un robo con violencia (al exigir dinero con una pistola).

Los empleados de la aseguradora vivieron momentos tan extremos, que al concluir la operación policial, tres de ellos tuvieron que ser evacuados en ambulancias del 112 para ser atendidos en el Hospital Virgen de la Concha de las crisis de ansiedad que sufrieron antes de ser dados de alta, con medicación específica para superar el trauma. Una de las trabajadoras procedía de otra oficina de la entidad y se encontraba en la de Santa Clara realizando algunas gestiones. Todos acabaron en la sala de reuniones, delante del acusado, que no dejaba de apuntarles con una pistola, «que acaba de comprar, era nueva», indicaron fuentes próximas a la investigación. El director de la oficina fingió, al parecer, una enfermedad para poder quedarse en otro despacho, desde donde habría logrado llamar a la Policía Nacional y salir del piso, apuntan algunas versiones por confirmar.

La familia del detenido ha pedido «perdón a los rehenes, lo que ha hecho está muy mal», pero, le disculpan, «él no se encuentra bien, se le han cruzado los cables porque no le pagaron los 192.000 euros que le debían de indemnización» por las secuelas de un accidente que tuvo «viniendo de Villaester, cuando unos jóvenes fueron a adelantar y chocaron de frente con él». El hombre, prosigue su hermana, «ha quedado cojo, inútil, y con una pensión de 300 euros que no le llegan para vivir. Estos años ha estado dándole vueltas. Al salir de la cárcel, se ve con 51 años, sin poder trabajar» por las secuelas, «y sin familia y ha ido a por lo que es suyo, a por el dinero que le comió la compañía y el abogado que tuvo». Insiste en pedir disculpas a los trabajadores de Alliaz, «no iba a por ellos, sino a por los que le quitaron el dinero que le correspondía. Solo quería dar un susto».

De atracos, disparos, fallecidos y francotiradores

La irrupción de cinco coches de Policía Nacional y dos ambulancias en plena calle de Santa Clara, a la altura del número 29, casi al final, y el acordonamiento de la calle en un radio de ciento cincuenta metros (desde la Farola hasta Caja España- Duero) fueron más que suficientes para que el transcurrir diario de una mañana anodina en la tranquila Zamora diera un giro de 180 grados. No tardaron en arremolinarse cientos de curiosos, muchos sin otro remedio ante las advertencias a gritos de algunos policías: «¡Señora, no pase, que le pueden disparar!». Y ya nadie se iba. Quizás esa insistencia de quienes vigilaban la calle llevó a muchos a pensar que había un francotirador en un tejado. Rumores e imaginación corrieron rápido: Se dijo inicialmente que se trataba de un atraco a un banco. Hubo quienes prefirieron cambiar la ubicación del asalto y situarlo en la tienda de joyas próxima. De ahí a que se había producido un tiroteo y que había heridos e incluso fallecidos medió poco tiempo. Lo cierto es que algunas tiendas echaron el cierre, con clientes incluidos, a instancias de la Policía, tras comunicar a los empleados que había un hombre armado en la aseguradora. «Entre el miedo y la curiosidad», permanecían pegados a los cristales de los comercios. Hubo quienes tuvieron que dejar las cabinas de tratamiento de belleza, en paños menores, para ponerse a salvo.