La innovación para mostrar los tesoros de arte sacro que encierra la Diócesis parece ser la filosofía del Museo Catedralicio. Y es que el recinto muestra en la actualidad cinco imágenes procedentes del antiguo monasterio de las Concepcionistas que estaban en manos del Obispado de Zamora, gracias a un acuerdo de depósito con el Cabildo para que puedan ser exhibidas.

Las piezas corresponden a una Inmaculada realizada por Gregorio Fernández, a San Francisco de Asís y San Antonio de Padua, ejecutadas por un discípulo de Fernández llamado Alfonso de Rozas, así como un Ecce Homo y un busto de La Dolorosa atribuidos a Pedro de Mena. Todas ellas están efectuadas en madera policromada, fechadas en el siglo XVII y se muestran en la sala de escultura en madera. La inclusión de estos cinco ejemplos responde al deseo de que «puedan ser apreciadas por el público, ya que se trata de piezas de gran nivel», explica el director del Museo, José Ángel Rivera de Las Heras.

Otra de las innovaciones llevadas a cabo en el Museo Catedralicio responde a la reordenación de tres de las siete salas de las que dispone. Así una de las dependencias, bautizada con el nombre de escultura pétrea, que antes albergaba el Altar del Monumento, acoge imágenes en piedra pertenecientes a la portada de la capilla de San Juan Evangelista, un Pantocrátor anónimo del siglo XIV y una Anunciación de la misma centuria que se localizaron cuando se adecentó la capilla de cara a la exposición de las Edades del Hombre. También comparten ubicación con otras cinco piezas que apareciendo en la capilla del doctor Grado o de San Juan (San Marcos, San Lucas, la Anunciación y San Juan así como el Cristo Salvador, todas ellas ejecutadas en piedra arenisca, de autor desconocido en el siglo XVI y que hasta ahora se encontraban en la Catedral) así como la Virgen con el Niño y Jesús y San Juanito, de mármol de Carrara parcialmente policromada y atribuida a Bartolomé Ordóñez en el siglo XVI, que ocupaba hasta ahora otro punto dentro del recinto.

Junto a ellas están el Ángel, que carece de brazos, y una ménsula, del siglo XIV que se localizaron recientemente al liberar el lucillo sepulcral tapiado de don Lope Rodríguez de Olivares, o «un remate de la crestería de la cabecera de la Catedral que estaba recogido».

Otra de las dependencias modificadas reúne las pinturas. En ella se localizan los óleos de «La aparición del Cristo resucitado» y «Pentecostés», que corresponden al taller de Fernando Gallego, «Llanto sobre Cristo Muerto», un óleo sobre tabla atribuido a Luis del Castillo del siglo XVI, entre otras creaciones pictóricas. En esta misma cámara se hallan en varias vitrinas «una serie de objetos pequeños que estaban fuera de la vista del público», especifica el responsable de Patrimonio de la Diócesis, José Ángel Rivera de las Heras. En la primera hay varias lipsanotecas, (pequeñas cajas de madera donde se recogían y trasladaban las reliquias de un lugar a otro en la edad Media), algún cristal Fatimí, un esenciero antiguo, un encolpiums, (una caja de metal donde se recogían reliquias). En la segunda cristalera aparece dos cajas de madera y hueso así como llaves antiguas de la Catedral o la que abre la reliquia de San Cucufate, de San Ildefonso y San Atilano o sellos del Cabildo, en tanto que una tercera vitrina contiene un báculo de plata del XIX y otro que utilizó obispo Poveda en el siglo XX, acompañado varios pectorales.

La sala de pinturas también alberga, entre otros elementos, un ara de mármol, datada hacia 1480 horadada por un texto eucarístico del «Pange Lingua» que pertenece al altar pintado por Fernando Gallego para la capilla del Cardenal Juan de Mella de la Catedral. Tesoros que el visitante podrán contemplar si entra en el Museo de la Catedral.