Decenas de vecinos y curiosos permanecían en las calles alrededor del cordón policial que abarcaba desde el cruce de Santiago del Burgo hasta la plaza de Zorrilla, incluida la Subdelegación del Gobierno, enfrente de cuya sede se sitúa el cajero automático objetivo de los gamberros. «Que no, que no me dejan pasar, estoy aquí abajo pero la policía no me deja pasar», explicaba una mujer a su familia que la esperaba en el edificio de la calle de San Atilano incluido en el cordón, aunque no fue preciso desalojarlo. La sucursal de Caja España fue el primero de los edificios de los que empezaron a salir los trabajadores, alertados por agentes de la Policía Nacional. La joyería aledaña y los comercios de los alrededores comenzaron a cerrar sus puertas progresivamente, mientras la confusión crecía en la calle, donde los ciudadanos se preguntaban uno a uno, «¿pero qué pasa aquí?», cuando se topaban con el despliegue policial que mantuvo paralizado el centro de la ciudad durante cerca de tres horas, mientras algunos añadían, «¿no la habrán armado otra vez los de ETA?».

La imposibilidad de acceder a las viviendas y los negocios afectados por el cordón policial motivó algún momento de tensión entre las personas que no creían que el incidente fuera a más, «eso ni es una bomba ni es nada y yo quiero comer hoy en mi casa», imploraba una vecina de uno de los bloques afectados. Otros, sin embargo, no fueron avisados y permanecían dentro ajenos a la expectación, después el susto fue mayor, «todo acordonado y nosotras en la peluquería sin tener ni idea», se quejaba la dueña del negocio. También salieron perjudicados los clientes del salón de juegos, que tuvieron que dejar los premios en las máquinas y abandonar de inmediato el local.

Información realizada por: Susana Arizaga y Judit Calvo.