«Las lenguas no entran en conflictos» y son «los hablantes quienes tienen derechos». Esas pueden ser, entre varias, las principales tesis del libro «Se habla español», que publican el zamorano Amando de Miguel (sociólogo) y Francisco Marcos-Martín (lingüista). El volumen, que aparece en la colección «Estudios Críticos de Literatura», de la editorial Biblioteca Nueva, y es auspiciado por la Fundación Rafael del Pino, investiga el pasado y analiza el presente. «Los idiomas», añaden, «tampoco determinan patrias».

A lo largo de seis capítulos, los autores hablan de la mitología y la ciencia sobre el lenguaje (al parecer, se halla «entre la Babel y la Pentecostés»), la «búsqueda de la identidad», las glosomaquias, el espacio y el tiempo, el español en el mundo… Cada capítulo se subdivide en secciones, donde no se rehúyen los asuntos que algunos califican como conflictivos. Véase: Lengua y poder, la gestión del bilingüismo, la lengua y la comunidad nacional, la amenaza hispánica, la expansión moderna y el porvenir del español, el multilingüismo y sus consecuencias, las «falacias de los nacionalismos lingüísticos», las perversiones y degradaciones, los eufemismos y los comodines del «politiqués»… Con un lenguaje directo, sin temor a incurrir, a veces, en el pensamiento impuesto, el que se sigue sin analizar sus propuestas. De entrada, los autores advierten: «La Lingüística o la Sociología son saberes humanísticos que no pretenden ser exactos, aunque sí precisos».

De Miguel y Marcos Marín efectúan una propuesta: «Dejemos a la gente hablar su lengua, pero todas por igual. Que los castellanohablantes puedan usar el castellano o español y educar a sus hijos en la lengua de sus padres, donde vivan, y que quienes hablen otra de las variadas lenguas del mundo español e hispánico puedan hacer lo mismo». Para ellos, el español es «una lengua coherente, rica en variedades, con pluralidad de normas, pero con intención de convergencia»

El «modus operandi» tenía su lógica o su originalidad: «Cada uno ha ido escribiendo notas a partir de un índice amplio inicial. Cada uno ha recibido las notas del otro y las ha reelaborado, para unirlas en un capítulo. Terminado el capítulo en su versión de primer borrador, su recopilador se lo ha pasado al otro autor. Este, a su vez, ha ido añadiendo, precisando, corrigiendo. Algunos capítulos han hecho hasta cinco veces el recorrido de ida y vuelta. No existe ni una página en la que no haya restos de las dos manos».

«Un libro para todos los públicos». Tal quieren los autores.