Uno. Otro. Uno más (que nunca será otro más)? Ahora, con abril, esto: "Cosas de la vida", que lleva este subtítulo informativo: "17 cuentos". Ya sabemos a qué atenernos: esa prosa "marca de la casa", llena de heterodoxa ortodoxia. O al revés, para qué hacer distingos. Y esponjosa, con algunos términos cosechados en su infancia, de los que se guardan en la panera de la memoria. El nuevo libro de Agustín García Calvo (208 páginas, al cuidado de la editorial Lucina) constata la rica capacidad creadora del profesor-escritor zamorano en todos los géneros literarios. El explica así su obra: «En un abanico de situaciones, más o menos desoladoras o risueñas, aparecen, hablando, a veces escribiendo, toda laya de personajes, niños, mujeres, hombres, bichos, cosas, menos el Narrador: argumento, figuras, ideas que se hacen, sentimientos, entremezclados como en las vidas, van arrastrados como materiales por el ritmo de lo que pasa, que es el de los diálogos, las escrituras, la lectura de los que lo lean». No se diga más.

Especial interés tendrá, para algunos lectores, el relato titulado "Amor a la masa". Es, aunque el autor no se lo proponga -¿o tal vez sí?-, un homenaje a Ramón Abrantes, el escultor que amaba la Naturaleza, a la existencia que crecía sin normas pero con justeza y al agua que arrastraba frescos murmullos. El filólogo utiliza ahí un lenguaje popular. Es el relato de léxico más llano. A veces, casi castizo, con su pizca de ironía, en giros y expresiones. Protagonistas o así: Augusto (el propio Agustín), el buen escultor, Piedad y un periodista venido de la Gran Urbe. Sobre todo, los dos primeros. Argumento: El encuentro de uno y otro en la calle de Santa Clara, la visita del informador al taller artístico, la conversación periodística entreverada de apostillas de Piedad? Ramón habla, en la ficción, en un tono muy propio del Ramón que hacía oficio y labor artística en la calle Sacramento, aunque recreado. El que aún tiene que «rematar unos tejemanejes y artilugios (de palabritas)» es un calco del sabio profesor, que lo mismo desbroza los terrenos más intrincados de la Lingüística que escribe un poema con ritmo clásico y emoción eterna. O un drama de palabra reflexiva. Un homenaje, si bien no figura así ni nunca aparecerá así.

Los relatos de "Cosas de la vida" se acogen, sobre todo, al diálogo, donde pareceres y sentimientos se expresan de manera directa. O más viva. No obstante, en algunos casos, también se elige -que sí, pocos- la forma epistolar. Y, a veces, se echa mano de la ironía sanadora. Como en "F. C. Nadir 0-1 Total R. C. F". La narración del reportero radiofónico que desea entrevistar al futbolista goleador, "estrella" de su equipo y del "balompié" nacional, constituye una excelente parodia. El gramático también pone el oído, atento, a la jerga. El escritor no es ajeno, desde la grada intelectual, de ese espectáculo. De unos y de otros. O las historias de la confesión del párroco del Bierzo, presentes en "Un crimen". Que pase de mí este cáliz, pareció decir el mosén. Pero no fue capaz. Y, así, ocurrió lo que ocurrió: La tentación (a veces vive a un paso) y, después, el pecado. Buena le cayó: La (doble) penitencia. Un volumen de diálogo, con un Narrador que se hace invisible pero que no debe andar muy lejos.

Es el sexto libro que Agustín García Calvo -un libertario con tres Premios Nacionales, ahí es nada: de Ensayo, Literatura Dramática y Traducción- incluye en el apartado de "Narrativa". Le antecedieron "Entre sus faldas (3 cuentos y 26 mensajes electrónicos)", "Eso y ella (seis cuentos y una charla)", "Locura (17 casos)", "¿Qué coños? (cinco cuentos y una charla)" y "Registro de recuerdos". El escritor, que no abandona sus Tertulias en el Ateneo madrileño, con nutrida asistencia, y sus conferencias, ha desarrollado en los últimos años una gran actividad escriturística. Así, en el 2008 publicó cuatro libros: "Diosas cosas", "Suma del vuelo de los hombres", "Y más aún. Canciones y otros juegos" y "Cantar de las dos torres". De momento, en este de la Era cristiana, ya son otros tantos: esos "Elementos gramaticales" en tres volúmenes y estas "Cosas", verdaderamente, "de la vida".

Agustín García Calvo ya había dedicado palabras a Ramón Abrantes. Con otro tono. Muy distintas a éstas. El filósofo y gramático, que también visitaba de vez en cuando el estudio del escultor, escribió hace veintitantos años sobre el de Corrales del Vino: «No sólo es que haya visto a Abrantes sudar en la faena, rajarse las muñecas a golpe de buril y mazo (no sé si ustedes habrán sentido cómo es de duro el mármol de Paros, la piedra negra de Calatorao, el viejo granito de Pereruela: hace falta verlo y palparlo domeñado por el cincel y el asperón en ondulaciones delicadas, consentido de piel viva, para saberlo un poco), sino que en las obras, bajo el siempre blando y difuminado pulimento de sus contornos, late en el corazón de la piedra misma la dureza de su trabajo». Y añadió, sobre la materia y el espíritu: «Las esculturas representan casi todas masa de mujer, ya enteras, o ya más bien torsos centrados alrededor del regazo, lo que la moral mandaba tapar antaño. Y estas obras son tan castas y tan sensuales? ¿Cómo pueden darse juntas las dos cosas? Ha habido una transmutación, una alquimia de cincel, entra materia y tema: la sensualidad de la mujer está en la piedra, es la de la piedra». El latinista también efectuaba, con el artístico, un atinado análisis psicológico y sociológico: Del hombre creador ante la masa que espera la mano que le dé forma. Vida. Cosas.