Desde su puesto de trabajo ve Zamora «muy grande» y con muchas posibilidades de desarrollo, a pesar del «conformismo» de algunos sectores. También ha seguido, aunque en la distancia, su Semana Santa, convencida de que «el fervor, la fe y la devoción por una congregación o por una talla no depende de que seas un hombre o una mujer». Se llama Silvia Montalvo, tiene 29 años y grandes dosis de alegría y vitalidad. Pero lo que más le diferencia de otras jóvenes de su edad es la vida que ha elegido. Desde hace dos años vive en Africa como cooperante internacional y delegada de Proyectos para Cruz Roja Española. Ha recorrido Marruecos, Bíger, Burkina Faso, Benin y Costa de Marfil, donde reside en la actualidad. Se define como «una zamorana que extraña mucho su tierra».

Estudió en las Siervas de San José y en el Claudio Moyano antes de trasladarse a Salamanca para cursar trabajo social. Su primer contacto con Cruz Roja, como voluntaria, fue en 2004. Un año más tarde se traslada a la selva amazónica de Perú a dar clases a niños. En 2007 vizaja a Marruecos, donde estuvo un año con una ONG en proyectos de centros de mujeres, escuelas taller y cooperativas. A continuación, Cruz Roja le propuso trabajar con la organización como delegada. En la actualidad, y tras recorrer varios países, se ha instalado en Costa de Marfil.

Por razones de seguridad vive a 12 kilómetros de donde se encuentra su centro de operaciones, ya que aún existen focos rebeldes. Su trabajo comienza a las ocho de la mañana. Conduce hasta su oficina y allí se encarga de supervisar y hacer seguimiento de los proyectos, aunque otros días recorre las aldeas. La mayor parte de las veces come con sus compañeros en la cantina. El menú es sencillo: un plato de arroz con pollo o pescado, por un euro.

Pero cuando realmente es feliz es cuando toca «pisar el terreno» y comprobar la evolución y si llegan a su destino los recursos que se invierten. El problema más grave es la malaria (un niño muere cada 30 segundos a causa de esta enfermedad). De ahí que Cruz Roja reparta mosquiteras para mitigar las picaduras de estos insectos al anochecer. Otra de las causas de muerte es el Sida o la polio. La pobreza, relata, sigue siendo extrema, y la mayoría de la población vive con menos de un euro al día.

Silvia cree que la crisis económica en Europa «va a acentuar aún más los problemas a los que Africa se enfrenta cada día». Por ello anima a la gente «a que se una a nuestro objetivo y siga ayudándonos como hasta ahora». En Costa de Marfil también los índices de prostitución son altísimos, explica, «y existen grandes problemas de mafias de tráfico sexual».

Desde el punto de vista personal, su trabajo como cooperante hace que «tenga una sensación que no es comparable con otra». Es algo, especifica, «que me hace crecer día a día como ser humano, aprender y mejorar, sobre todo como profesional y como persona. Es una cura de humildad que recomendaría a todo el mundo».

La distancia hace que añore constantemente todo de Zamora. «Tienes a mucha gente, pero te falta tu idioma, tus expresiones, olores, sabores». Y por supuesto a su familia, a sus amigos y, por encima de todo, a su novio. «Es muy duro para ambos, pero tengo la suerte de tener una pareja que comprende y respeta mi trabajo». Cada vez que regresa, sin embargo, lo que echa de menos es Africa, «esa locura y esa sensación de utilidad que tengo allí, de que lo que estás haciendo vale para algo».

Ahora coordina un proyecto de formaciones para respuesta ante catástrofes naturales en Costa de Marfil, Burkina Faso y Benin, financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional y de Desarrollo. Además, trabaja con Cruz Roja en la lucha contra el tráfico infantil y las mafias, y en el apoyo a la seguridad alimentaria con el reparto de mijo y cabras a la población más desfavorecida. En general, reflexiona, «la vida en Africa es muy dura, pero muy hermosa. Cuando me vaya de aquí me quedará un cachito de Africa dentro».