Su cabeza les juega a menudo malas pasadas. Son los pequeños despistes de la edad, la mayoría de las veces sin importancia, aunque hay ocasiones en que esos lapsus pueden provocar un buen susto, y hasta un accidente. A Cónsola Fernández, vecina del barrio de Pinilla de 78 años de edad, se le ha quemado más de una vez la comida porque ya ni se acordaba de que había puesto la olla en el fuego. «Me pongo a coser y se me olvida», comenta esta mujer, que vive sola y es viuda desde hace casi medio siglo.

Cónsola asiste desde el lunes pasado a uno de los cursos de entrenamiento de la memoria organizado por la Concejalía de Bienestar Social del Ayuntamiento de Zamora. En total han sido programados siete cursos, con la intención de desarrollar 16 de aquí a fin de año. Por el momento, un centenar de personas, quince por cada taller, han comenzado ya las clases, o lo harán en los próximos días en distintas asociaciones y CEAS de la ciudad, para ejercitar las neuronas en los cursos de la Fundación Intras.

«Se me olvidan muchas cosas». Hace unos días que a Cónsola se le volvió a quemar la comida y tuvo que tirar la cazuela. También Mercedes Cabañas, otra alumna, no se acuerda a veces de haber puesto la cazuela al fuego, o de dónde dejó las llaves. «Yo siempre he estado bien, pero hace dos años que murió mi marido y...». En los dos cursos ya iniciados en la sede de la Asociación de Mayores "Santiago", en las antiguas escuelas de Pinilla, el monitor Abdel Solís enseña técnicas para hacer recordar. Como por ejemplo asociar nombres a caras conocidas. También está la técnica de la reminiscencia, para mantener activo el cerebro, con la que se anima a recordar cosas del pasado. «El cerebro no es un músculo, pero necesita que esté activo, lo que no se estimula se atrofia», explica Solís, quien aclara que ninguna de los asistentes a estos cursos tienen un problema clínico.

Son fallos de la memoria, los típicos del envejecimiento, «no una patología». Pero pueden hacer olvidar hasta la fecha de nacimiento de los hijos. Es lo que le ocurre a Angel Heras, de 76 años. La mala memoria le juega malas pasadas en la partida de cartas con los amigos. «Si ha salido el as echo el tres de triunfo, y se lo comen; o se me olvida cantar las veinte; o hago renuncios por no asistir al palo».

Lo más común es olvidarse de donde ha dejado uno las llaves o de la cita con el médico. «Se nos escapa todo, vas a la despensa y cuando llegas ya no sabes a por lo que ibas», comenta Antonia Bernardo, de 76 años. Y a Heraclia Manteca, de 79, se le olvida lo que iba a comprar. Varios coinciden en no recordar los nombres de los conocidos. Angel Heras tiene, como él dice, un método. «Cuando me encuentro con alguien y no me acuerdo de su nombre lo llamo por el primero que se me viene a la cabeza, y cuando me dice que no se llama así, le respondo que lo siento, que me he confundido». Eso antes que admitir que se había olvidado.

Abdel Solís pasa a sus alumnos un texto para que busquen las palabras que tienen la letra "b" y que están acentuadas. En las distintas sesiones, 16 en total de hora y media de duración cada una, se proponen actividades que requieren atención, concentración y agudeza visual. Como encontrar diferencias o tachar números. Antes de irse para casa, el monitor manda hacer unos deberes. Tienen que reflexionar y responder a las preguntas de qué favorece la memoria, y qué la perjudica. La actividad mental y física y la estimulación sensorial ayudan a la rememoración, de igual manera que el estrés, el sedentarismo y el aislamiento la menoscaban, como apunta Solís. Ya en casa, y al margen de esos deberes, tratarán de poner en práctica lo aprendido, aunque sólo sea para que no se les vuelva a quemar la comida.