Pablo espera con cierta agitación el revelado de la foto que acaba de hacer. “Es muy chulo”, dice, mientras no pierde detalle de cómo el papel blanco que contenía su cámara, una simple lata de café transformada en cámara estenopeica, se convertirá en una fotografía. “No entiendo que la foto esté blanca”, explicaba asombrado, “y que después esté en blanco y negro”. El pequeño de siete años se muestra encantado, “me ha gustado mucho”, y no duda en aconsejar a otros niños que prueben la experiencia.

Para su compañera Ariadna, también de siete años, “hacer la foto” con el pequeño artilugio redondo es lo que más le ha sorprendido, el “cómo se puede hacer una foto con una cajita”. Y, “como magia, que el papel” que contiene la cámara estonopeica termine siendo la foto que justo acaba de captar. Ese entusiasmo le lleva a pensar que “a lo mejor” vuelva a otro de estos talleres organizado por la Photo Escuela, guiado por José Antonio Pascual. La actividad sigue hoy en el mismo escenario, la plaza de Viriato, en turnos de mañana para los pequeños, y abierto para público en general por la tarde.

Detalle del microlaboratorio para positivar las imágenes. | Emilio Fraile

Para Victoria, de 10 años, la experiencia ha resultado “muy divertida, me gusta mucho cuando han revelado las fotos, se ha visto muy guay”, indica para admitir que, al principio, cuando Pascual y su equipo le entregaron la cámara oscura, “me pareció un poco raro, no me creía que pudiera funcionar”. La imagen que pudo ver a los pocos minutos fue el retrato que le había hecho a su amiga después de que el director de la Photo Escuela introdujera el papel fotográfico en el microlaboratorio, una caja de madera que contenía los dos recipientes con los líquidos de relevado. El resultado fue para Victoria “muy extraño”, contaba, capaz ya de explicar el proceso: “cuando metes el papel blanco en el fijador se queda en blanco y en negro, después lo pasas por otro y sale la foto”.

Para Ariel, de ocho años, nada resultó sorprendente, “ya había visto una cámara oscura, que es similar”, decía, antes de explicar que su objetivo fue el buzón de correos de la plaza, un poco decepcionado porque “ya me ha salido mal una vez porque lo fotografié demasiado cerca. Espero que me salga bien esta”. Con las manos metidas en el microlaboratio artesanal, a través de dos manguitos para impedir el paso de la luz al interior, sin dejar de revelar, Pascual, con todo lujo de detalles y dotes de gran paciencia, ilustra al grupo de niños que le rodean “sorprendidos” sobre qué se esconde detrás del proceso creativo de la fotografía.

Los pequeños eligen qué inmortalizar antes de despositar su estenopeica, "que es una simple caja de café que adaptamos como cámara, en una superficie plana, el suelo o un banco, para impedir que la imagen salga movida", explicaba Pascual ante la atenta mirada de sus jóvenes alumnos. "Viriato es el objetivo preferido" y, después, "los selfies", detalla. “¿Una lata de café?”, preguntaba admirado Ariel, “¿y cómo conseguís tantas?”.