Beatriz de Portugal es uno de los personajes vinculados a la historia del monasterio del Sancti Spíritus de Toro que hoy conmemora, vía online, el 600 aniversario del fallecimiento de la reina. A pesar de que la actual situación de crisis provocada por el COVID impedirá al convento compartir la efeméride con las personas interesadas en conocer la historia de la monarca, su relación con Toro o los detalles de su sepulcro, las hermanas Dominicas retransmitirán los dos actos organizados para recordar a Beatriz de Portugal, fallecida en 1420.

Ángeles sostienen la corona de la reina en el túmulo funerario. | Cedida

Los actos conmemorativos serán inaugurados con una conferencia que, a partir de las 18.00 horas, será impartida por la historiadora Diana Lucía Gómez-Chacón, autora de un estudio sobre el sepulcro de la reina, y a continuación, la Schola Cantorum de Zamora ofrecerá un concierto, que también se podrá seguir en la página de Facebook Museo Monasterio Sancti Spíritus. Beatriz de Portugal, hija del rey Fernando I y Leonor Téllez de Meneses, nació en Coímbra en 1373. Durante sus primeros años de vida, Beatriz fue un peón cambiante en la política de alianzas de su padre, quien negoció su matrimonio con el rey Juan I de Castilla, y se convirtió en la reina consorte de Castilla. Tras la muerte de su padre, la madre de Beatriz asumió la regencia, pero el temor a un dominio castellano y a la pérdida de la independencia portuguesa, provocaron una rebelión popular liderada por su tío, Luis de Avís que, finalmente fue proclamado rey de Portugal, al derrotar a Juan I de Castilla en la batalla de Aljubarrota.

Poco tiempo después, Beatriz de Portugal se retiró a Castilla con su esposo y se dedicó al mantenimiento de los exiliados fieles a su causa dinástica al trono portugués, pero en 1390, tras la muerte de su marido y cuando ella contaba con tan solo 18 años, pasó a un segundo plano en la corte castellana. Al haber sido reina consorte de Castilla, Beatriz de Portugal mantenía una serie de privilegios y señoríos como el de Tordesillas, Peñafiel, Medina del Campo o Toro. En 1411 la reina decidió retirarse en Toro y, según detalla un estudio de Gómez-Chacón, entre los años 1414 y 1416, habría solicitado ayuda económica a su hijastro Fernando I de Aragón para reparar el convento de San Francisco vinculado a la memoria de varios linajes portugueses y en el que pudo haberse hospedado en un principio, hasta que un incendio le habría obligado a cambiar de residencia.

La decisión de elegir el monasterio del Sancti Spíritus como nueva morada, en opinión de Gómez-Chacón, no fue improvisada, sino que pudo sentirse atraída por el origen portugués de su fundadora, Teresa Gil. Beatriz de Portugal pasó los últimos años de vida en el monasterio toresano en el que residió en los denominados “Cuartos de la reina”. En el siglo XVIII Rafael de Floranes recogió en sus “Memorias de Toro” diversas tradiciones relativas a su vida en el convento, tales como que, acompañada por sus damas, asistía con velo negro al coro o que se dedicaba a “ocupaciones manuales” que alternaba con los ejercicios de piedad, muy semejantes a los que la regla imponía a las religiosas.

En 1418, Beatriz de Portugal escribió al Papa Martín V para pedir, para ella y sus familiares, libertad para recibir sepultura y que su capellán pudiera celebrar misas y rezar el oficio divino en cualquier lugar en el que tuviera su casa, incluso en el interior de una clausura

La huella más importante del retiro de Beatriz de Portugal en el monasterio toresano al final de su vida es su sepulcro de alabastro de Cogolludo, que todavía conserva restos de su policromía original y sobre el que reposa la estatua yacente que representa a la reina. En la talla yacente, la cabeza aparece apoyada sobre almohadones y dos ángeles sostienen la corona. La reina viste una amplia saya y manto real y la cabeza está cubierta con una toca de rico brocado. Sus manos están enlazadas sobre el pecho y sostiene un libro abierto y un rosario.

Varios autores defienden la tesis de que el encargo del sepulcro fue realizado por alguien próximo a la reina, aunque tras analizar su iconografía Gómez-Chacón apunta que se trata de una obra estrechamente ligada a ella y un “auténtico testamento en piedra” en el que podría haber colaborado algún miembro de la Orden de Predicadores. De hecho, apunta en su estudio que en el programa iconográfico del túmulo funerario podría haber intervenido de manera directa la entonces priora, Leonor de Castilla, sepultada también en el coro de la iglesia junto a Beatriz de Portugal y Teresa Gil. Para la historiadora, el sepulcro de lar reina “es una obra excepcional en el panorama artístico castellano de la primera mitad del siglo XV” y, a través de su rico programa iconográfico, se habría tratado de reclamar, por última vez, el derecho al trono portugués de la segunda esposa de Juan I de Castilla. Muestra de ello serían los dos ángeles que coronan a la reina, los escudos de Portugal que decoran el sepulcro y la presencia de fray Gil de Santarém a los pies de la imagen lateral de Beatriz vestida con el hábito dominicano. En su ponencia, Gómez-Chacón desvelará la identidad de otros personajes representados en el sepulcro de la reina.