Tras dos años de larga espera, en los que la pandemia ha impedido celebrar la Semana Santa de Toro, la procesión de Nuestra Señora de los Dolores ha abierto los desfiles que, hasta el Domingo de Resurrección, recorrerán las calles de la ciudad, durante los que los cofrades volverán a sentir la emoción de cargar sobre sus hombros el peso de la fe y en los que compartirán con los toresanos la devoción que sienten por las imágenes que forman parte de la historia de la Pasión toresana.
Durante todo el día, los asociados de la hermandad de Nuestra Señora de los Dolores han estado pendientes de la previsión meteorológica e imploraron al cielo que las temidas lluvias no reaparecieran en una noche especial, en la que anhelaban reencontrarse con la serena mirada de la imagen de la Virgen y consolarla en su lento discurrir por las calles de la ciudad.
En la iglesia de San Julián de los Caballeros, que durante todo el año custodia la conmovedora imagen tallada por el escultor toresano Felipe Gil en el año 1792, se reencontraron asociadas, cargadores y fieles devotos de la Virgen de los Dolores que, con emoción contenida revivieron la salida de la primera procesión de la Semana Santa.
Numerosos toresanos se congregaron en las inmediaciones del templo para revivir sentimientos relegados a un segundo plano en los dos últimos años por las restricciones impuestas por la pandemia y la imposibilidad de participar en las procesiones de la Pasión.
La Banda de Música La Lira acompasó el desfile por las calles San Lorenzo, plaza Bollos de Hito, Puerta del Mercado, Santa Marina y calle El Sol, hasta su regreso a la iglesia de San Julián de los Caballeros.
En Santa Marina, la asociación musical “La Mayor”, que este año ha sido reconocida por la Junta Pro Semana Santa de Toro con la distinción "Cofrade de honor" por su aportación a la Pasión, entonó el himno dedicado a la imagen titular de la Asociación.
Durante el recorrido, las asociadas, ataviadas con mantilla o vestidas de luto, compartieron con la Virgen de los Dolores el sufrimiento por la pérdida de su hijo, sentimiento que quedó patente en la entonación final de la Salve.
