Opinión | El espejo de tinta

Y sin embargo, siguen mintiendo

Nos quedan los jueces que deberán aplicar la ley o elevar las cuestiones de constitucionalidad que correspondan

Carles Puigdemont interviene ante Pedro Sánchez en el Parlamento Europeo, el pasado 13 de diciembre.

Carles Puigdemont interviene ante Pedro Sánchez en el Parlamento Europeo, el pasado 13 de diciembre. / EFE / RONALD WITTEK

"Sabemos que nos mienten. Ellos saben que mienten. Ellos saben que sabemos que nos mienten. Sabemos que ellos saben que sabemos que nos mienten. Y sin embargo, siguen mintiendo".

Cuando el Premio Nobel de Literatura Aleksandr Solzhenitsyn, escritor, historiador y disidente soviético, autor de Archipiélago Gulag, obra en la que narró su internamiento como preso durante doce años en los campos de trabajos forzados del régimen comunista soviético denominados Gulag, pronunció esas palabras, probablemente no era consciente de que más allá de una cita inteligente y una síntesis brillante, estaba reuniendo en unas pocas frases un tratado sobre el comportamiento humano en torno al despotismo del poderoso y a la frecuente sumisión de la sociedad. Las dos caras, no opuestas sino complementarias de una misma patología. El yin y el yang bastardo de la relación entre despotismo y servilismo. Círculo del que quedan fuera quienes se niegan a aceptar que algo es legítimo o ilegítimo no en función de la Ley sino de quién es quien lo promueve o impone. El círculo del sectarismo, de la tiranía y la arbitrariedad.

Sánchez ha dicho esta semana, con la brevedad y con la contundencia con la que se disfrazan a menudo la infamia y la mentira para darles peso de dogma, de verdad irrefutable, refiriéndose a la amnistía: "Tenemos un dictamen de la Comisión de Venecia que apuntó algunas mejoras que se necesitaban y es lo que hemos hecho. La ley va a salir constitucional y acorde al derecho europeo". Sin saberlo estaba homenajeando a Solzhenitsyn con cinco afirmaciones groseramente falsas.

1. No existe dictamen de la Comisión de Venecia, sólo un borrador enviado al Gobierno de España para que aporte sus consideraciones con carácter previo a la emisión del dictamen. 2. El borrador no apunta mejoras sobre el texto de la ley (texto de noviembre, rechazado en el Congreso) que se hayan recogido, sino que cuestiona numerosos aspectos de la tramitación, entre otros: Que el procedimiento no debería ser el de urgencia que se sigue. Que una norma con tanta trascendencia jurídica debería aprobarse con mayor consenso político y social (el ministro Bolaños ha reconocido que se aprueba en contra de la opinión social mayoritaria). Y lo más importante, que con carácter previo debería modificarse la Constitución. 3. Lo que han hecho es aceptar los términos exigidos por Junts para conseguir el respaldo de sus siete votos. 4. No sale acorde a la Constitución, como el propio Sánchez y todo el PSOE saben y manifestaron reiteradamente hasta el día de las elecciones que los convirtieron en víctimas seguras del chantaje de Puigdemont. 5. Tampoco acorde al derecho europeo que prohíbe amnistías "ad hoc" para favorecer a personas concretas.

Dos mil años antes que el Nobel ruso, Cicerón dejó dicho que la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Nos queda pues, no callarnos. Nos quedan los jueces que deberán aplicar la ley o elevar las cuestiones de constitucionalidad que correspondan cuando entre en vigor. Nos quedan las instancias superiores que habrán de dictaminar si la norma es acorde a los principios democráticos o los infringe. Como también Cicerón nos recomendó "seamos esclavos de las leyes para poder ser libres".

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