Zamoreando

Antonio Dávila Rueda

Para los Caballeros y las Damas de la Cofradía de Cubicularios es un orgullo

JURAMENTOS DE NUEVOS CUBICULARIOS

JURAMENTOS DE NUEVOS CUBICULARIOS

Carmen Ferreras

Carmen Ferreras

Por fin, la Real, Muy Antigua e Ilustre Cofradía de Caballeros y Damas Cubicularios de San Ildefonso y San Atilano inicia una nueva y esperanzadora etapa en su historia. Después de años de navegar en las aguas procelosas de la soberbia, el despotismo y la intolerancia y tras un periodo de interinidad, afronta el por llegar de la mano de una persona de consenso, dialogante y cercana que concita en torno suyo el aprecio y la admiración de todos. Sólo Antonio Dávila Rueda podía coger las riendas de la cofradía con la garantía necesaria. Antonio Dávila sabrá en todo momento, la experiencia es un grado, pilotar la nave y llevarla a buen puerto.

Con todas las bendiciones habidas y por haber, de eso ya se ha encargado la gestora, Antonio inicia el camino con ilusión, con esperanza y con ganas de hacer no sólo por la Cofradía y la memoria de los santos Ildefonso y Atilano, sino por Zamora, todo lo que hasta la fecha se reducía a lo que todos sabemos y a lo que no hay que volver porque resulta una pérdida de tiempo y el tiempo es oro.

Salir del anquilosamiento en el que estaba la Cofradía no ha sido fácil, ha costado Dios y ayuda pero se ha salido. En gran medida, gracias al apoyo constante de don Fernando Valera, nuestro Obispo. Sin prisa, pero sin pausa ha ido haciendo su trabajo, delegando llegado el momento. Lo que unos interpretábamos como flaqueza era, simple y llanamente, prudencia y la necesaria dosis de paciencia.

De prudencia y de paciencia, Antonio Dávila va sobrado. Eso va a contribuir en gran medida al mejor desarrollo de la Cofradía de Cubicularios. Han cambiado tanto las cosas en su seno que, lejos de ser Mayordomo-Presidente, Antonio es el flamante "Gobernador", designación de nuevo cuño, de la cofradía que custodia los cuerpos de los Santos. De Antonio Dávila podría destacar, siempre en positivo, muchos aspectos, su bonhomía, su hidalguía y sobre todo y ante todo, su humildad, su sencillez sin estridencias, sin las grandilocuencias que pierden a los hombres, creyendo que la nobleza la otorga un título cuando la nobleza se lleva en el corazón porque en el corazón es donde nace. En el caso de Antonio, por partida doble.

Sabido es que el orgullo nos hace artificiales mientras la humildad nos hace reales. Antonio Dávila practica por igual la humildad y la sencillez, sabedor de que ésta es la clave de la verdadera elegancia. Y Antonio lo es en sus ademanes, en su comportamiento, en su gentileza, en sus palabras, en sus gestos. Nunca una mala cara y como premio, siempre su sonrisa a flor de labios. El acierto de su elección ha sido pleno. Bien cierto es que se trataba de candidato único, pero, vuelvo a repetir, el mejor, el más preparado, de talante dialogante y talento despierto y ágil. Es una suerte para la cofradía contar con él, tan alejado de la pompa y el boato, a veces innecesarios e injustificados, que no se pueden ni se deben aplicar a los actos cotidianos que hay que revestir de la necesaria sencillez y cercanía. No se entienden bien la pompa y el boato entre el sencillo pueblo de Dios

Para los Caballeros y las Damas de la Cofradía de Cubicularios, Antonio debe ser, es un orgullo. Para los que nos llamamos sus amigos, lo es en grado sumo. Su aceptación implica trabajo, implica decisiones, que en su caso siempre serán meditadas y de consenso. Mi enhorabuena más cordial para un hombre bueno y un buen amigo, Antonio Dávila Rueda. No todo lo grande es bueno, pero sí todo lo bueno es grande.

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