Lo común
El poder
No hace muchas semanas explicaba Errejón en el Congreso cómo se distribuye el poder en España. La intervención, brillante y precisa, se ha hecho viral y la pueden buscar en internet, que aparecerá de inmediato. En síntesis, ilustraba el diputado que cuando la derecha gana las elecciones detenta el cien por cien del poder. Pero cuando gana la izquierda, apenas dispone del veinte por ciento, puesto que los grandes poderes no electos (económico, judicial, mediático, aparatos y altas magistraturas del Estado, etc.) siguen en manos de fuerzas conservadoras reacias o resistentes al cambio.
Tiene gracia que haya llegado ahora Feijóo a darle la razón al portavoz parlamentario de Sumar. Habrán oído que el del PP se fue de la mui, de la lengua, en un encuentro con periodistas y habló como nunca suele: en plan gran político, hombre de Estada, dirigente responsable. Reconoció haber hablado con el partido de Puigdemont para su posible investidura como presidente y que estudió durante 24 horas su petición de amnistía. Trasciende también que en su afán por convencer a los de Junts dejó caer que con el PP sería más fácil esa amnistía o unos indultos, porque ellos “controlan el Estado”.
Ahí lo tienen. El Estado soy yo, que decía aquel. Por eso, cuando pierde el PP no ganan los adversarios. Eso nunca. Son okupas, intrusos, ilegítimos, han hecho trampa, sumirán al país en la ruina, porque solo unos pueden gobernar lo que es suyo por herencia, por derecho divino. De ahí la crispación sin pausa que es todo periodo de gobierno sin ellos en La Moncloa. Lo chocante es que siendo todo esto tan evidente y conociendo lo que supone tenerlos al mando, siga habiendo tanta gente de a pie que no ve o no quiere ver su juego sucio y los defienda, con uñas y dientes. Y que se repitan, punto por punto, los necios argumentarios que tildan al presidente de golpista, auguran la ruina y hasta el fin del país y sostienen que no estaremos seguros hasta que los "buenos" recuperen La Moncloa.
Miren, si tantos y tantos pueden soltar burradas sin fin contra los legítimos gobernantes que libremente hemos elegido en las urnas y después en la sede de la soberanía popular, que son las Cortes; dejen que otros les digamos al menos que no hagan caso, ni les sigan el juego, ni sobretodo se asusten. Somos libres para decidir, al menos mientras resistamos. Y aunque ellos sigan teniendo el 80% del poder incluso cuando pierden, es estupendo que les desquicie tanto ver lo mucho que otros pueden hacer con su modesto 20%. Lo que temen, en realidad, es la pérdida de privilegios y en particular su supuesto derecho sagrado a gobernar sin alternancia por los siglos de los siglos. Como en Castilla y León, vamos.
Viva la democracia. Y respeten.
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