Siete días y un deseo
Y que no nos conocen por ahí
¿Quién dice que Zamora no tiene nada de particular?
La vida te da muchas sorpresas. Menos mal, dice el amigo Javier, porque de lo contrario esto sería muy aburrido. Y estoy de acuerdo con él. Por eso, cada vez que tengo la ocasión, intento que las sorpresas me busquen a mí o, caso contrario, yo las busco a ellas. Es muy sencillo. Aquí va un ejemplo de esta semana: estás en Sevilla, te presentas en el hotel, te preguntan que de dónde eres, dices que de Zamora, te responden que no han estado nunca, les dices que eso no tiene perdón de Dios y que esa falta hay que resolverla cuanto antes, que unos les han dicho que es muy bonita y que otros han manifestado que no tiene nada de particular. Y entonces saltas tú como una centella para defender el territorio que habitas: "¿Pero quién será el osado que dice que Zamora no tiene nada de particular? Pero si es una ciudad con unos encantos que para sí quisieran otras. Por ejemplo, es la ciudad con más iglesias románicas de España. ¿A que no lo sabían?". Y al escucharlo, se sorprenden porque efectivamente: ¡no lo sabían!
Pero ahí no acaba la cosa. Sales del hotel, paseas por Sevilla en busca de un chiringuito para comer algo y, en algún momento del ritual gastronómico, sale la pregunta del millón: "¿De dónde son ustedes". Y respondes: "De Zamora". Y lo mismo de arriba: que no han estado nunca, que sí han visitado Salamanca, Ávila o Segovia, etcétera. Y tú repites las mismas palabras que empleaste con las recepcionistas del hotel. Y al día siguiente, cuando te encuentras desayunando en una cafetería junto al río Guadalquivir, la escena es casi idéntica: que de dónde somos, que nunca han visitado la ciudad del románico, que habrá que remediarlo cuanto antes, etcétera. Y tú, mientras saboreas el zumo de naranja natural, el café con leche, la tostada con mantequilla y el vaso de agua, te haces la pregunta del millón: "¿Pero cómo es posible que en dos días que he estado en Sevilla, cada vez que he tenido la ocasión de hablar con alguien, todas las personas me hayan respondido que nunca han estado en Zamora?". Y no hay respuesta.
Imagino que a los ciudadanos de otras ciudades les habrá sucedido algo similar. Y al escucharlo, habrán reaccionado de mil formas: furiosos, exasperados, sorprendidos o, tal vez, les habrá entrado por una oreja y les habrá salido por la otra. La respuesta está condicionada por diversos factores y circunstancias: desde el impacto emocional muy directo que los lugares de origen tienen en las personas hasta quienes relativizan estas cosas porque han acumulado muchas experiencias de los viajes que han realizado a lo largo de la vida, pasando por quienes consideran que es indiferente que alguien conozca o haya estado en Zamora, la Sierra de Gata, los Picos de Europa, el Everest o los Grandes Lagos de África. Son tres reacciones muy básicas: la primera reproduce una especie de provincianismo que, en muchas ocasiones, puede conducir a problemas de mayor escala, la segunda exterioriza una visión muy amplia del mundo y la tercera saca a relucir el pasotismo que llevamos dentro. Como siempre, usted tendrá que elegir.
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