Guerra Civil en Fuentesaúco: "Los sacaban de la cárcel, los confesaban y les pegaban un tiro"

Una fotografía tomada por Ana María Martínez Sagi durante la Guerra Civil Española. | Cedida

Una fotografía tomada por Ana María Martínez Sagi durante la Guerra Civil Española. | Cedida / Ana María Martínez Sagi

Cartas de los lectores

Cartas de los lectores

"Nada más triste y desolado. Nada más terrible que el fusilamiento del maestro, esa muerte alevosa de quien entregó su vida a la enseñanza, a cultivar la inteligencia y el conocimiento de quienes en la infancia aspiran a la primera luz". (Luis Mateo Díez Rodríguez, escritor leonés, miembro de la Real Academia Española).

Con estas palabras el escritor prologa el capítulo, que dedica María Antonia Iglesias en su obra "Maestros de la República" (Ed. La esfera de los libros, 2006) a la figura de Bernardo Pérez Manteca, maestro de Fuentesaúco, fusilado el 18-08-1936. Al haber leído el destino fatídico de Amparo Barayón, volví a rememorar la lectura de otro asesinato acaecido en tierras zamoranas. Provincia alejada del frente bélico, y de escasos conflictos sociales previos. Mas, sin embargo, se produjo una ilimitada represión por parte de los golpistas. La historia de Bernardo Pérez Manteca me ha sobrecogido sobremanera, más si cabe, a que mis mejores profesores, que he tenido, fueron depurados por el franquismo, padeciendo el terrible exilio interior. De aquellos excelentes pedagogos asumí los valores republicanos. Valores que se acrecentarían al compartir mi destino con el exilio de republicanos españoles en México.

Comparto la idea de María Antonia Iglesias de definir a aquellos maestros republicanos "santos y mártires que soportaron la negra losa de la calumnia, y que pagaron con sus vidas la labor de llevar la luz, la libertad y la cultura a quienes sólo tenían como destino fatal la ignorancia y la sumisión". El episodio contiene relatos orales de vecinos alumnos o no sobrevivientes en Fuentesaúco, y, sobretodo de la hija Covadonga Pérez, que seguiría los pasos de su padre y sus hermanos (también fusilados) en la carrera de magisterio. Bernardo fue seminarista hasta que conoció a la que sería su esposa, y abandonó la carrera clerical. Era católico creyente. Depurado post mortem, el nuevo alcalde informaría que "su conducta era anti-cristiana y contraria a la Religión Católica". "La Guerra Civil la ganaron los curas y la perdieron los maestros" (J. Carlos Monedero). Algo de verdad encierra esta reflexión.

Estremece al leer las palabras de boca de Covadonga Pérez como ajusticiaban a todo detenido. "Los llevaban desde la cárcel al cementerio. Se ponía un cura en una esquina a confesarlos, y según confesaban a uno, lo pasaban a otro lado y le daban el tiro. Yo he visto en aquella pared sesos, huesinos y todas esas cosas". Otros quedaban en el camino. "Llegaban a las casas los falangistas, los agavillaban, les daban el paseo y ya está" (Marcelino Tejeda, vecino de Fuentesaúco)… "A los vivos les debemos respeto pero a los muertos la verdad" (Voltaire).

Abelardo Lorenzo

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