Al grano

Cerrado por inanición

El ámbito rural, cercado por la dejadez estatal

Concentración de los vecinos de Guarrate en defensa de la tienda de Almudena, cuya continuidad corre peligro. | P. G.

Concentración de los vecinos de Guarrate en defensa de la tienda de Almudena, cuya continuidad corre peligro. | P. G. / Irene Gómez

Celedonio Pérez

Celedonio Pérez

Lo acaba de hacer Guarrate y lo ha contado, con pelos, señales y buen periodismo, como siempre, Irene Gómez en este diario. Guarrate se moviliza para mantener su tienda, la única en el pueblo donde comprar productos básicos: el pan, las cebollas, la fruta, el pimentón, el aceite... Y es que los pueblos zamoranos se están quedando sin suministros, se están muriendo de inanición sin que los que mandan hagan otra cosa que apuntar el desastre en la estadística oficial.

La vieja estrategia militar, que se aplica desde la prehistoria, de aislar la plaza que se quiere tomar, sigue más viva que nunca. Los de fuera, los poderosos, aprendieron en la escuela que Numancia solo fue doblegada por Escipión tras un asedio de once meses y tras estrangularla dejándola sin alimentos y sin comunicaciones. Pues igualito, así está ocurriendo ahora.

Los pueblos pequeños se están quedando sin educación, sin sanidad, sin bancos, sin transporte público, sin tiendas, sin bares y casi sin curas. El ámbito rural ya ha comprado terreno en el cementerio, ha cavado su tumba y ya solo espera el empujón definitivo.

Pues no, oiga, lo acaban de hacer los guarratinos y lo deberíamos hacer todos: levantar la voz, hacerle un nudo al destino, patear y asumir también, claro, que hay servicios que debemos mantener entre todos. No vayamos a culpar a los de fuera cuando los de dentro no compramos en casa, que ocurre.

Ahora, este mes, con el apoyo de quienes tienen aquí sus raíces, es el momento de hacer un gesto, de decirle, por ejemplo a esos que están negociando la formación del Gobierno nacional solo con calculadora y no con humanidad, que aquí, en lo que ellos llaman lo rural, todavía respiramos, que queremos seguir viviendo y dando guerra.

Hundidos y desarmados, parece que lo que quieren es que pidamos la incorporación al País Vasco o Cataluña y empecemos a aprender su lengua. Mejor nos iría, desde luego. Mientras tanto, vamos a asomar la patita y a decir a voz en grito lo que sentimos, que estamos hasta los cataplines de que nos traten como a ciudadanos de segunda, los de las hostias del Grand Prix.

Vamos a cerrar filas y a apoyar, comprando en casa, lo nuestro. Comercios, bares, pequeños negocios no pueden morir. El Estado, si actuara como tal, debería asegurar la supervivencia de los establecimientos que hacen pueblo, que son centros sociales donde llorar juntos. Malditos sean aquellos que miran para otro lado.

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