Siete días y un deseo

Política

Hay quien cree que todos son iguales, que mucho prometer y luego nada

Dibujo de una urna electoral

Dibujo de una urna electoral

José Manuel del Barrio

José Manuel del Barrio

Que te lo he dicho cientos de veces: hoy iré a votar. Ya sé que tú pasas de estas cosas, que no crees ni en la política ni en los políticos, que todos son iguales, que mucho prometer y luego no hacen nada, que solamente piensan en sus intereses personales, que nadie va a venir a sacarnos las castañas del fuego… ¡Uf, me tienes la cabeza como un bombo! Ya sabes que no comparto casi nada de lo que dices, que tus frases están huecas, que desprenden un desconocimiento muy profundo de eso que llaman "política" y, por consiguiente, de su utilidad. ¿Me entiendes o no me entiendes? Porque a veces pienso que hablo para las paredes. Y es que no sueles prestar atención. Y tampoco lees ni te informas. Lo único que te divierte y por lo que te interesas realmente es por las motos, el ruido, las cervezas y los pantalones cortos. Lo demás te la trae al fresco. Bueno, hasta que llegan los truenos a tu vida, como el otro día. Entonces, bien lo sabes, te acuerdas de Santa Bárbara. Y es que siempre eres el primero en pedirle protección por si las moscas.

"¿Y qué demonios tienen que ver los truenos, Santa Bárbara y la política?", me soltaste. ¿Lo recuerdas? Por si acaso se te había olvidado, aquí va, una vez más, mi respuesta: porque la política es el arte de resolver los problemas que nos atañen como colectividad y que para conseguirlo es muy importante que todas las personas, es decir, tú, yo y el de la esquina, nos impliquemos hasta los tuétanos. Ya sé que mis palabras no te convencieron. Entre otras razones, porque no entendiste nada. ¡Y mira que era fácil! Tan fácil que hasta un crío de ocho años o menos lo capta a la primera. Sin ir más lejos, el otro día lo comprobé con el sobrino de una vecina. El rapaz me paró en la calle y le dije que si iba a ir a votar el domingo. El chavalín (recuerda: ocho años) me dijo que no, que él no podía, pero que cuando fuera mayor iría el primero. Cuando escuché su respuesta quedé alucinado. Y así se lo dije a su tía: "Este chaval promete. ¿Pero de dónde ha salido?". Y ella me respondió que lo que se ve o escucha en casa suele soltarse por ahí.

Bueno, el caso es que Mario, que así se llamaba el chaval del que te hablo, me dio una lección. Ya ves que, a veces, la vida nos sorprende con pequeñas anécdotas que no podemos echar en saco roto. Te lo digo porque ya sé que ahora mismo estás pensando que las palabras de Mario son una excepción y que ese modo de hablar no se corresponde con lo que dicen o hacen la inmensa mayoría de los chavales de esa edad o incluso de edades superiores. Yo también lo sé. Pero la lección de Mario es que él ya sabe que ir a votar es un acto imprescindible y que por eso quiere que llegue cuanto antes ese momento tan especial. Reconozco que es muy posible que cambie de opinión conforme vaya cumpliendo años. No obstante, yo tengo confianza en que mantenga lo que me soltó. Porque alguien que con ocho años habla de ese modo es casi imposible que se desvíe del camino de la política. Sí, chaval, ese camino que transitamos todas las personas. También las que son como tú, que solo piensas en Santa Bárbara cuando truena. Y así, ya lo sabes, hay poco que hacer.

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