Zamoreando

Los 212 hijos del Congreso

Sus señorías hacen y deshacen a su conveniencia

Carmen Ferreras

En realidad los padres y madres de la Patria, hijos e hijas del Congreso de los Diputados, son más de 212. Me quiero referir a los 212 parlamentarios que no forman parte de la Diputación Permanente, el único órgano de la Cámara que seguirá existiendo hasta la Constitución del nuevo Congreso que surja de las elecciones del 23 de julio y que en realidad está formado por 137 personas entre titulares y suplentes.

Pues bien, los 212 diputados que dejarán de serlo, cuando se haga efectiva la disolución del Congreso, cobrarán una indemnización de transición en un pago único, siempre y cuando no tengan otros ingresos. Según lo previsto, la retribución corresponde a 52 días de sueldo y oscilará entre 6.800 y los casi 9.000 euros, en función de los complementos. No me extraña que haya bofetadas por colocarse en cualquiera de las dos Cámaras. Les sale a cuenta.

Tantos problemas como hay para pagar el finiquito de cualquier honrado obrero patrio y con cuanta prodigalidad se suelta una pasta gansa, para abonar el "dolce far niente" que algunos diputados practican a lo largo y ancho de las no menos largas y anchas legislaturas. Este "finiquito" tiene que ser solicitado expresamente por sus señorías y es incompatible con cualquier otro ingreso, se abona en un solo pago y tributa a Hacienda. Corresponde a la retribución que cobrarían los diputados de seguir en activo durante los 52 días que median entre la disolución y el día de reflexión, es decir, incluye la denominada retribución constitucional (3.126,89 euros), la indemnización para cubrir gastos de su actividad.

Me pregunto ¿por qué los trabajadores por cuenta ajena y aún por cuenta propia no tenemos, no tienen una retribución constitucional en caso de que vengan mal dadas? Como los sindicatos no pintan nada en las Cámaras, sus señorías hacen y deshacen a su conveniencia. En lugar de llegar y apretarse el cinturón como hacemos los demás, ellos y ellas se suben el sueldo un mínimo de dos a tres veces por legislatura. Nada más llegar y ocupar la poltrona y, más tarde, según convenga. Y eso que van a Madrid a gastos pagos. Así también viajo yo.

Tras las elecciones, aquellos parlamentarios que no consigan escaño y no perciban ningún otro sueldo público podrán pedir una indemnización por cese, siempre que hayan estado en el Parlamento un mínimo de dos años. Entre pitos y flautas se va una cantidad de dinero a la cuenta corriente de esta gente que, luego, no hay para los demás que somos la inmensa mayoría de votantes. También a mí me gustaría ser hija del Congreso de los Diputados.

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