El provincialismo político no es la solución

Una apuesta muy arriesgada, demagógica y que nos conduce a la ingobernabilidad

Concentración de la Coordinadora de la España Vaciada frente al Congreso de los Diputados.

Concentración de la Coordinadora de la España Vaciada frente al Congreso de los Diputados. / JUAN LAZARO

José Antonio Bartolomé

José Antonio Bartolomé

Soy nieto de zamoranos e hijo de zamoranos, que tuvieron que salir a Cuba alguno de los primeros y a Madrid y Vigo los segundos. Nací en Madrid cuando mis padres trabajaban allí por no poder hacerlo en su tierra; fui adolescente en Vigo, porque mis padres trabajaban en Galicia, lejos de su Zamora natal. Estudiando en un ambiente muy politizado como el de la Universidad de Santiago de Compostela, pase un ligero virus nacionalista del que me recuperé pronto y sin secuelas. Con 24 años tomé la decisión de volver a Zamora cuando aprobé las oposiciones para ser profesor de instituto, de volver a la provincia de mis padres.

En Zamora, a lo largo de 30 años, he desarrollado mi vida personal, profesional y política, y he sido siempre consciente de los graves problemas que aquejan a Zamora y que se han ido agravando a lo largo de los años, pero siempre he pensado que las soluciones tienen que venir de políticas que atiendan a los problemas generales, de que Zamora comparte problemas con otros territorios y de que debe ser compartidas las soluciones. Siempre lo he pensado y lo sigo pensando.

Estamos asistiendo en España a una apuesta política por el provincialismo muy arriesgada, demagógica y que nos conduce a la ingobernabilidad de las instituciones regionales y nacionales. Se está constituyendo en un elemento más de la erosión institucional que está sufriendo el sistema político español y que ya he comentado en ocasiones anteriores.

El nacionalismo, un problema mal abordado en la Constitución, quizás porque no fue posible abordarlo de otra manera, lleva años causando graves problemas en la configuración de mayorías para gobernar. La capacidad de presión de los partidos nacionalistas viene dada por el sistema electoral, cuya reforma deberemos abordar más pronto que tarde, que otorga una clara sobrerrepresentación a los partidos nacionalistas en Cataluña y País Vasco, lo que les permite convertir la política nacional en un mercado persa donde se comercia con transferencias, permitido por un imperfecto Título VII de la Constitución, y con privilegios como el cupo vasco o la acumulación de deuda ilimitada en Cataluña, cuando no con amenazas secesionistas.

Ante este espectáculo lamentable donde los nacionalistas son capaces de obtener más que el resto, aprovechando los defectos de la estructura institucional y apelando a los inexistentes derechos de los territorios, hay quien considera que esta capacidad de presión es trasladable políticamente a las provincias. Nada más lejos de la realidad.

El nacionalismo, un problema mal abordado en la Constitución, quizás porque no fue posible abordarlo de otra manera, lleva años causando graves problemas en la configuración de mayorías para gobernar

Las opciones provincialistas no tienen la capacidad de presión que tienen los nacionalismos. Solo se les puede imitar apelando a los derechos del territorio, poniéndolos por encima del derecho de las personas, algo con lo que no se puede estar de acuerdo si se defiende una democracia liberal que se base en la libertad y la igualdad de las persona. Los derechos son de las personas, los territorios no tienen derechos. Aunque ese territorio se llame Zamora y sea nuestra tierra.

Hemos visto la llegada de Teruel Existe al Congreso y Soria Ya a las Cortes de Castilla y León pero esto no ha supuesto ninguna mejora específica para esas provincias. ¿Qué han conseguido? Cuando estas opciones provincialistas no son necesarias para la consecución de mayorías pierden toda virtualidad de conseguir cosas por su provincia, son inútiles para los ciudadanos de esas provincias.

Cuando estas opciones provincialistas no son necesarias para la consecución de mayorías pierden toda virtualidad de conseguir cosas por su provincia, son inútiles para los ciudadanos de esas provincias

Estas fuerzas políticas hacen aumentar la atomización de las cámaras legislativas, orientando el debate hacia el mercadeo de los votos de los que dispone en lugar de construir políticas destinadas al interés general de las personas que componen la comunidad autónoma o el país. La presencia del provincialismo impide la vertebración de los territorios puesto que pone por delante los intereses de su territorio a la construcción común de soluciones para el conjunto. Es imposible solucionar los problemas de una provincia sin contar con el conjunto de los ciudadanos y del territorio del país.

La salida a la mala situación en la que está instalada Zamora vendrá de ser partícipe de proyectos vertebradores y de reformas profundas, tanto autonómicos, nacionales como europeos. No es posible solucionar los grandes problemas de envejecimiento, despoblación y empleo desde una propuesta provincial. Son necesarios proyectos que nos conecten con otros territorios con situaciones similares a las nuestras, que fomenten la colaboración y la integración económica. Proyectos que pongan en práctica políticas que han demostrado su capacidad de revertir situaciones económicas y demográficas en otros territorios. Es decir, ser capaces de integrarnos en políticas diseñadas para el desarrollo de estructuras que están por encima de la provincia. Solo participando en un proyecto de reforma profunda del estado y de las desigualdades existentes podremos salir de la situación en la que estamos.

El hecho de que las grandes opciones políticas nacionales no hayan evitado el estado actual de cosas, no les invalida para poder conseguir mejoras para Zamora. Los partidos políticos deben cambiar para ser capaces de integrar los intereses de provincias como Zamora, con poco peso demográfico y electoral. Pero también debemos exigir a los políticos de esos partidos que sean más reivindicativos en el Congreso, en las Cortes o en el Parlamento Europeo y no se escondan detrás de la disciplina de voto que les imponen las maquinarias de sus partidos.

Envolverse en la bandera, colocar un rosetón románico a la espalda, victimizarse y gritar el amor por Zamora hasta el éxtasis, no hace que el resto dejemos de ser conscientes de la pésima situación de nuestra provincia y de su futuro, ni elimina el trabajo que hayamos realizado para mejorar su situación, ni hace desaparecer las propuestas de futuro que hemos defendido desde hace mucho tiempo. Lo único que aporta este zamoranismo político de nuevo cuño, es la demagogia propia de un proyecto plagado de egos.

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