Los Reyes Magos de la Diputación de Zamora eran eméritos

Creo que es un demérito para la institución provincial destinar tanto dinero para celebrar las fiestas navideñas

Cabalgata de Reyes Magos en la Plaza Mayor de Zamora.

Cabalgata de Reyes Magos en la Plaza Mayor de Zamora. / EMILIO FRAILE

Laura Rivera

Laura Rivera

Con estas reflexiones sobre eméritos, deméritos y beneméritos, quiero demostrar a los niños y niñas de Zamora que los reyes magos de la Diputación eran los eméritos, y no los auténticos portadores de ilusión el día de la cabalgata.

Aunque la palabra del año 2022 ha sido la inteligencia artificial, que se refiere a los programas informáticos que hacen operaciones equiparables a las de la mente humana, dado el retraso en la implantación de las nuevas tecnologías en la provincia de Zamora, por aquí también se ha hecho muy popular la palabra emérito referida al que fue rey de este país.

Hablando de reyes, y aunque por estos lares tuvo la consideración de emérito un año antes el papa de la cristiandad Benedicto XVI en el año 2013, que el rey de España Juan Carlos I que abdicó en 2014, el título de “emérito” por popularidad se lo lleva el padre del rey, que ya ha pasado a ser “el Emérito” por antonomasia entre sus presuntos súbditos o conciudadanos españoles.

Una persona emérita, según la Real Academia y la acepción habitual, suele ser aquella que se ha retirado de su cargo o empleo pero mantiene ciertas funciones de éstos, y sobre todo un prestigio que le permite seguir ejerciendo, cargo o empleo, con autoridad por su parte y con reconocimiento por parte de la sociedad.

Este papa Francisco que es capaz de decir ¡no! a la pena de muerte. Por estas palabras valientes, la persona y el papa Paco, llegue o no a ser emérito, ya es benemérito

Así se aplica por ejemplo al profesorado emérito -que antes sólo existía en la Universidad pero que ahora se ha aplicado a todos los niveles de enseñanza- de manera que el personal investigador y docente con prestigio y especial vocación puede seguir ejerciendo su profesión y difundiendo su especial saber después de la jubilación por edad. Algo que también sucede en otros oficios o profesiones, en las que los nuevos trabajadores tienen como referencia, consejo y hasta ayuda concreta a quienes les precedieron en la tarea. De hecho, aunque sólo se les dé ese nombre de eméritos a los de algunas profesiones, todos conocemos a profesionales eméritos de la mecánica, la fontanería, la hostelería, la agricultura, la cultura y miles de oficios bien desempeñados.

Sin embargo, en el caso del ex-rey español nombrado en la dictadura, respetado en la transición y abdicado en la democracia, la denominación de emérito no se refiere tanto a su consideración y respeto por parte de la sociedad, sino a esa situación que otro emérito presidente del gobierno definió -refiriéndose a los que cesan en el ejercicio de ese cargo- como “un jarrón chino”, del que nadie se atreve a deshacerse por su presunto valor pero que está todo el rato estorbando.

Y esa es la situación del emérito Juan Carlos I, a la que se añade su residencia en un país de escasa democracia para evitar en el propio los juicios sobre denuncias de sus actividades financieras, y otros escándalos de carácter personal que como rey nadie conocía o al menos nadie se atrevía a hacer públicos.

El “Emérito” por antonomasia referido al anterior monarca de este país, y el “jarrón chino” del ex-presidente del gobierno Felipe González –como él mismo se definió en su día- han cambiado la acepción de la palabra “emérito”, para incluir con ironía la de alguien que sigue disfrutando de privilegios sin merecerlos; o sea, que es un demérito, en definitiva.

Con el respeto debido a cualquier ser humano que nos ha dejado, la actividad del papa emérito recientemente fallecido ha sido valorada de distinta manera en la sociedad, incluyendo ciertos aspectos que son más objeto de demérito que de mérito, como en el caso del “Emérito” rey de España. Eso sí, más referidos a su forma de pensar que influye en la cristiandad, que a su actividad personal.

Partiendo de su fe compartida, las diferencias de pensamiento o ideología entre los dos papas que han convivido como tales, uno emérito y otro en activo, siempre me llevaron a pensar en lo que me enseñaron en las clases de religión obligatorias como una gran tragedia en la iglesia: ¡los Cismas! con mayúscula. El de Oriente por el que surgió una nueva iglesia cristiana, la ortodoxa; y el de Occidente por el que convivieron varios papas a la vez, cada uno en su tierra, y por el que hasta un aragonés conocido como el papa Luna llegó también a serlo por unos días con el nombre de Benedicto XIII, sin que esté claro quién era entonces, en la Edad Media, el papa emérito y quien el oficial, o como se denomine.

Lo que me contaron como tragedia sobre los Cismas, la existencia de varios papas a la vez cuando el representante de Dios en la tierra tenía que ser sólo uno, en este siglo y en otros anteriores no era tal. Y podían convivir dos papas, como había sucedido en cinco ocasiones, bien por renuncia o por intrigas varias. Incluso del papa actual dicen que está pensando en renunciar por motivos de salud. Este papa Francisco que es capaz de decir ¡NO! a la pena de muerte porque, con sus palabras: “En toda condena, debe haber una ventana de esperanza. La pena capital no ofrece justicia a las víctimas, sino que fomenta la venganza y evita toda posibilidad de deshacer un posible error judicial”. Por estas palabras valientes, la persona y el papa Paco, llegue o no a ser emérito, ya es benemérito.

Y ya metida en líos de religiones de los que apenas sé nada, y hablando de eméritos, hasta el dios con mayúsculas de la iglesia católica, después del Antiguo Testamento de un dios justiciero, decidió retirarse y hacerse emérito para que pasara a ejercer su hijo hecho hombre, de nombre Jesús. Un dios pequeño cuando nació, que no ejerció grandes cargos, y que fue valiente para decir de otra manera que no a la pena de muerte y poner la otra mejilla a los enemigos. Hasta ahora siguen conviviendo el dios emérito, el más popular Jesucristo y el espíritu benemérito o santo.

Todo este lío de religiones, monarquías y méritos, eméritos y beneméritos, para acabar concluyendo lo que ha estado mucho más claro para todos los niños y niñas de Zamora durante estas fiestas de navidad: que los Reyes Magos de verdad son los de la cabalgata que vienen el día 5 de enero, y los de la diputación sólo eran los eméritos que pretendieron acabar con la ilusión de la noche de reyes en una ciudad donde las llaves se entregaban en la Plaza Mayor. Simbólicamente: porque Zamora es una ciudad abierta.

Creo que es un demérito para la institución provincial destinar tanto dinero para celebrar las fiestas navideñas por todo lo alto en el único municipio de la provincia que no entra dentro de sus competencias, cuando en muchos pueblos los reyes llegaban en humildes borricos o en tractores que cada vez se dedican menos a la agricultura.

Pero lo de los reyes magos de Zamora “¡no te lo perdonaré jamás, Carmena!”…perdón, Requejo.

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