Asa, Nisi, Masa

De expresiones mágicas está llena la vida

VARIOS NIÑOS CONTEMPLAN EL BELEN LUMINOSO

VARIOS NIÑOS CONTEMPLAN EL BELEN LUMINOSO / EVA PONTE

Agustín Ferrero

Agustín Ferrero

“Asa, Nisi, Masa”, son las palabras mágicas que surgen en un momento clave de la maravillosa película “Felini 8 y ½” . Estrenada en 1963, fue premiada con uno de los cinco Oscar que ganó el genio italiano Federico Fellini: cuatro a la mejor película extranjera, y un quinto a su trayectoria como cineasta (aunque muchos prefieran citar a John Ford, que ganó cuatro Oscar).

Como cualquier película de culto, “Felini 8 y ½” ha sido estudiada desde todos los ángulos, habidos y por haber, con una exhaustividad enfermiza. Aunque hay quienes son partidarios de no ponerse de acuerdo sobre el origen de las palabras mágicas “Asa, Nisi, Masa”, lo cierto es que corresponden a una parte del pasado del propio Fellini, cuando era niño, y trataba de vivir sensaciones al margen de sus padres. Evitar que los adultos puedan entenderlos y así apartarlos de su mundo, es lo que los niños siempre han intentado hacer diciendo palabras mágicas.

Añadiendo a cada sílaba de una determinada palabra una “ese”, seguida de la vocal de esa misma sílaba, nos lleva, en el caso de “Asa, Nisi, Masa”, a la palabra original que, en este caso, no es otra que la de “Ánima”, que en italiano significa “alma”. Un simple juego criptográfico nos ha llevado a ello. Fellini buscaba, en aquel momento de ofuscación creativa el “alma” que le faltaba.

Es curioso que grandes creadores hayan recurrido a palabras mágicas para dar sentido al argumento de alguna de sus películas. Ahí tenemos también al gran Orson Welles y el “Rosebud” que pronuncia el protagonista de “Ciudadano Kane” , justo en el momento antes de morir. Su porqué y su significado sirven de hilo conductor de la película. “Rosebud” es también un salto a la infancia de Kane, que Welles asocia al nombre que tenía su trineo cuando era niño y se deslizaba por un paraje helado, donde la nieve lo ocupaba todo. Un lugar de donde las circunstancias le arrancaron del abrigo de sus progenitores.

El que más y el que menos, ha usado algunas palabras mágicas cuando era niño. En mi caso, también. Las recuerdo de manera especial en estas fechas navideñas, cuando uno se siente más cerca de “la ciudad que lleva dentro”. Eran las de “Zasa, Moso, Rasa” que, obviamente, correspondían a “Zamora”. Más tarde supe que Zamora había sido la ciudad del “alma” para el poeta Claudio Rodríguez.

Y las recuerdo no precisamente por motivos oníricos, ni por estar influenciado por el psicoanálisis de la escuela de Jung, como le ocurría a Fellini (Entre otras cosas porque apenas se nada de Jung). Pero sí por aquella respuesta que le dio el maestro Fellini a la bella francesa Anouk Aimée, cuando la actriz le preguntó por el caos que reinaba en el plató durante el rodaje de “Felini 8 y ½”. El gran director le respondió, probablemente sin inmutarse, que aquello era una mezcla del pasado del presente y del condicional.

Y es que el pasado cada uno lo recuerda de una manera diferente, aunque corresponda a las mismas vivencias. El presente es el que es, ya que se encuentra a la vista de todos. Y el condicional es el que realmente interesa, porque de él depende el futuro. El problema es que el condicional se mezcla con los deseos, y no tiene, obligatoriamente, que corresponder con la realidad.

Cuando se nota uno especialmente sensible no puede por menos que dar un salto hacia el pasado, hacia su infancia, y rememorar sensaciones apagadas y arrinconados sentimientos

De expresiones mágicas está llena la vida. La misma “Abracadabra”, palabra cabalística que ya usaban los romanos para combatir las enfermedades, puede ser un ejemplo. También los cuentos, y las películas de dibujos las contemplan. “Salagadula, menchica bula, bidibi, bidibi bu” de “La Cenicienta”. “Ábrete sésamo” de “Alí Babá y los cuarenta ladrones” son algunas de ellas.

Y es que el mundo de la fantasía y de los sueños se encuentra abierto a cualquier individuo, aunque de manera especial a los niños. Por eso cuando se nota uno especialmente sensible no puede por menos que dar un salto hacia el pasado, hacia su infancia, y rememorar sensaciones apagadas y arrinconados sentimientos. Muchas de ellas coinciden con estas fechas, con las navidades. En ellas, desafortunadamente, se van detectando ausencias; no solo ausencias de personas, sino también de sonidos, de olores. También de la ingenuidad de entonces, cuando se estaba convencido de que aquellas escenas iban a reproducirse siempre de la misma manera a pesar del paso del tiempo.

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