Los telares de Cris

Ciudades de tener hijos

La vida que creemos mejor para la infancia suele ser también la mejor para nosotros

Niños y niñas en el recreo en un colegio de Zamora.

Niños y niñas en el recreo en un colegio de Zamora. / Ana Burrieza

Cristina García Casado

Cristina García Casado

En los viajes suele haber siempre un momento de preguntarse: ¿Viviría aquí? Entonces comienzan los condicionales. “Si tuviera veinte años”, “si fuera rico”, “cuando me jubile”. Son “peros” que delatan la incomodidad de un lugar, una molestia que solo imaginamos sobrevolar con juventud, mucho dinero o sin tener que ir a trabajar. Es decir: no nos sirve a la mayoría de quienes poblamos el mundo.

El lunes paseaba por Salamanca, que hasta encapotada está preciosa, y pensaba en cómo se puede estar despoblando también un lugar así. La ciudad que alberga la universidad hispana más antigua y una de las primeras de Europa. Una ciudad monumental, cultísima, agraciada con esa suerte inmensa que es ser destino de gentes de todo el mundo. Una ciudad fantástica donde tener o no tener veinte años, donde vivir bien con más o menos dinero, donde estar a gusto trabajando o ya retirado. Sin condicionales.

Bueno, uno, claro. Que haya empleo suficiente y diverso. Que no se asuma que algunas profesiones solo pueden existir en Madrid, porque no tiene por qué y porque al país le vendría fenomenal, la verdad, romper los círculos endogámicos del poder y de la creación que se agotan a sí mismos en la capital. También nuestras ciudades pequeñas y medianas necesitan que llegue gente nueva a dinamitar las inercias que nos impiden pensar que sí es posible. Dentro y fuera de Madrid necesitamos con cierta urgencia un intercambio.

Zamora, Salamanca, León son “ciudades de tener hijos”, es decir, plácidas para todos. Luchar porque lo sigan siendo interesa a todos, a los oriundos y a los que quizás un día busquen un lugar donde todo sea más fácil

Cuando viajamos, decía, solemos imaginarnos por un momento en ese lugar un martes cualquiera. Y catalogamos: “Es un pueblo muy bonito pero para el veraneo”, “esta es una buena ciudad para trabajar”, “esta es una ciudad de tener hijos”. En la última frase pienso mucho desde que soy madre, hizo ayer dos años. Cuando decimos que una ciudad es o no es un lugar para tener hijos, estamos diciendo mucho más que eso.

Una ciudad inimaginable con un carrito de bebé tampoco es un lugar fácil para una persona mayor. Una ciudad en la que no te puedes permitir tener un hijo es, seguramente, también una ciudad en la que estás pagando demasiado por todo. Cuando decimos “aquí no tendría un hijo” o, peor, “aquí es imposible tener hijos”, estamos, sobre todo, señalando la hostilidad de un sitio. ¿Por qué querría nadie vivir en un lugar hostil? Porque obligan.

Zamora, Salamanca, León son “ciudades de tener hijos”, es decir, plácidas para todos. Luchar porque lo sigan siendo interesa a todos, a los oriundos y a los que quizás un día busquen un lugar donde todo sea más fácil. Si algo he aprendido en estos dos años siendo madre en Zamora es que la vida que creemos mejor para la infancia suele ser también la mejor para nosotros.

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